Liberar de obstáculos a los litorales y dejar sólo los imprescindibles para el aprovechamiento portuario y otros usos de la economía continúa siendo una tarea pendiente.
Debemos impulsar la aplicación de diseños apropiados para interactuar lo más amigablemente posible con los procesos geomorfológicos que en ellos se verifican o para evadirlos de la manera más hábil, ya que evitarlos no será siempre posible.
La larga y amarga experiencia con el paso de fenómenos atmósfericos por nuestro territorio nos muestra cuan dramática es la interacción entre los océanos y la tierra en los momentos de las tormentas tropicales, sobre todo en los litorales intervenidos por el hombre.
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Por la hidrodinámica es bien conocido que esos procesos tienden al equilibrio y que su dramatismo disminuye notablemente a medida que se alcanza o se acerca a un perfil de equilibrio. Pero si con nuestras obras, nuestras construcciones, no damos a la naturaleza la posibilidad de alcanzar los equilibrios necesarios y por el contrario generamos asperezas con ellas nuevas asperezas, no debemos esperar gentilezas de esos procesos.
Por otra parte, la acción del salitre sobre la mayoría de los metales, hace que las estructuras, sean afectadas, perdiendo las capacidades de carga de diseño, por lo que los envejecimientos de las obras de infraestructura y en particular las edificaciones para viviendas son procesos muy acelerados por dicha interacción, lo que genera nuevas asperezas a la hidrodinámica litoral y nuevos peligros para la vida en ellos.
Esto debiera tenerse en cuenta para todo lo nuevo que se haga y para la reconstrucción de todo lo que colapse. ¡Nada nuevo junto a los litorales, que no sea absolutamente imprescindible para su aprovechamiento!
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El eje central de la Isla de Cuba y la parte central de la Isla de la Juventud debieran ser privilegiados para todo lo nuevo que se construya o lo que haya que reconstruir, en especial los sitios habitacionales.
Ahí lo dejamos...la naturaleza está hablando y no la estamos escuchando.
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