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viernes, 15 de noviembre de 2024

Un hombre y su propia historia

Fidel, como buen revolucionario, fue ante todo un hombre autocrítico y buen conocedor de su propia historia, esa que una vez declaró como aquella que lo eximiría ante los ojos del mundo a lo largo del tiempo...

Daniel de la Osa Camacho en Exclusivo 23/11/2021
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Foto de Fidel a contra luz
Fidel fue un hombre de hacer, más que de prometer, y siempre autocrítico ante su quehacer y deber en la vida (Tomado del sitio de la Universidad Central de Las Villas)

El 16 de octubre de 1953 un hombre era acusado por un tribunal de justicia que lo condenaba a pasar 26 años de cárcel por intentar devolverle a su Patria y su pueblo la esperanza de un futuro mejor.

A sabiendas de que ese tribunal, cómplice de aquel gobierno ilegal que azotaba al pueblo en aquel momento, lo condenaría, declaró como verdadero juez y dictaminador de su persona y quien fuera en vida a la misma Historia al expresar al final de sus palabras: “Condenadme, no importa, la historia me absolverá.”

Mis abuelos y padres tuvieron la oportunidad de ver qué fue de ese hombre tras esas declaraciones y las tantas que luego pudo dar. Yo, más joven que ellos, solo lo pude conocer en sus últimos tiempos. Mis hijos que ya no podrán verlo físicamente, solo les quedará la historia, esa que él mismo declarara como jueza que sentenciaría de forma perpetua su vida.

Diversos criterios y opiniones de personalidades y figuras que han trascendido en las páginas de la historia humana han dado su visión sobre quién fuese nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. No obstante, antes de cualquier mención y reconocimiento a sus virtudes, o señalamiento a sus defectos, Fidel, como buen revolucionario, fue un hombre autocrítico.

VISIÓN DE SI MISMO

Fidel siempre reconoció la formación como persona y ser humano que había recibido de su familia y su escuela,

“¿Qué había traído de la escuela, qué había traído tal vez de mi casa, qué había traído? Un profundo sentido de la justicia, una ética determinada que se va adquiriendo. Debe tener preceptos cristianos esa ética, inevitablemente, la que uno aprendió de una forma o de otra, la que uno aprendió luchando contra injusticias desde muy temprano, luchando contra abusos desde muy temprano, con un sentido de igualdad en mi relación con todos los demás desde muy temprano y, además, indiscutiblemente, de un temperamento o de un carácter --como se quiera llamar-- rebelde. Reaccionaba, no me resignaba jamás al abuso y a la imposición por la fuerza de las cosas.”

Una persona que ponía la ética en práctica siempre, aunque algunas lo acusaran de forma contrapuesta,

“Se me acusó también de ser vengativo por la promesa incumplida con relación a Ginebra. Toda mi vida he sido caballeroso con mis adversarios, aun en la guerra donde los hombres mueren. Jamás humillé, ni ofendí, ni tomé venganza contra un prisionero, aun cuando, como ocurrió en Girón, alrededor agonizaban compañeros mortalmente heridos o habían muerto. Pero sé distinguir muy bien lo que es o no es ético.”

Siempre se consideró alguien proactivo, con disposición y una mirada quizás idealista pero enfocada en un mundo mejor,

“(…) no me caracterizo por ser poco entusiasta; una convicción multiplicada, y siempre me he caracterizado por tener convicciones sólidas; un espíritu revolucionario más confiado que nunca, una admiración mayor aún por nuestro pueblo e impresiones que para mí serán imborrables.”

“(…) tal vez soy todavía un poco utópico y un poco soñador; pero también soy optimista, y la vida me ha enseñado a ser optimista. Tengo confianza en el futuro del mundo. Triunfará la justicia, triunfará el socialismo, triunfará la paz, y algún día serán realidad universal las ideas luminosas de Marx, Engels y Lenin.”

Por eso su mejor manera de decir siempre fue hacer,

“Me gusta mucho más hacer que prometer.  En todo caso yo no hago nada, porque un hombre solo no hace nada.  En todo caso aprovecho la experiencia o la autoridad que pueda tener entre los compatriotas para que libremos batallas.”

Solo tuvo un profundo sentir ante toda la obra de bien que se dispuso a construir a lo largo de su vida,

“Mi deseo fue siempre cumplir mi deber hasta el último aliento. Es lo que puedo ofrecer.”

Por eso no creyó nunca en el no se puede, o el es muy difícil o complicado. Tanto así que su mirada traspasaba las fronteras marítimas del archipiélago cubano y se aproximaba a los pobres de este mundo con ese carácter suyo internacionalista,

“Soy de los hombres que creen firmemente que no hay obstáculo por difícil que sea, que no hay dificultad que realmente no se venza cuando se enfrenta con verdadera decisión de resolver, y para nosotros, para este continente, para todas las naciones de este continente, para todos los pueblos de este continente y para todos los gobiernos de este continente, los problemas que implica el subdesarrollo de América Latina, son problemas de la mayor trascendencia y de la mayor importancia (…).”

Como revolucionario al fin, sabía que esa obra tendría sus imperfecciones, pero eso no le quitaría su satisfacción de sentir estaba haciendo lo que creía correcto,

“Si me pregunta: ¿Cómo se siente usted como revolucionario? Yo diría: Me siento muy bien. ¿Se siente satisfecho? Le digo: No, muy lejos de pensar en eso, soy muy crítico y muy autocrítico siempre con todo lo que haya hecho, siempre estoy analizando cuál fue lo más correcto, si se pudo hacer mejor. Puedo decir: No es perfecto, ni creo que haya ninguna obra perfecta; pero como revolucionario sí me siento satisfecho, plenamente satisfecho, lo puedo decir.”

“He vivido siempre y viviré tranquilo el resto de mi vida, porque sé defender con dignidad los derechos de mi pueblo y el honor de las naciones pequeñas, pobres o débiles, y me ha movido siempre un sentido profundo de la justicia. Soy revolucionario y moriré siéndolo.”

Fue un hombre que, sin llegar al extremo, tenía su propio ego calzado por su moral, sus principios y su historia, que hacía sentir envidia a algunos que no podían ni llegar a su altura, e inspiraba a otros a seguir sus propios pasos y ser mejores cada día,

“Además, pertenezco a la estirpe de los que difícilmente pueden ser arrestados en ninguna parte, no solo por la moral que tengo, la convicción que tengo, sino por la historia de toda mi vida, la que conozco bien, bastante bien, y no la que han escrito nuestros enemigos. Se podría hacer una enciclopedia para marcar las diferencias.”

Finalmente, si le preguntáramos qué haría si volviera el tiempo atrás su respuesta es,

“Si tuviera el privilegio de vivir otra vez mi propia vida, muchas cosas las haría diferente de como las hice hasta hoy, pero puedo a la vez asegurarles, que toda mi vida lucharía con idéntica pasión por los mismos objetivos por los que he luchado hasta hoy.”

 

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Daniel de la Osa Camacho

Licenciado en Ciencias de la Información y Periodista de Datos


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