Según describe la literatura médica, el virus del Papiloma Virus Humano (PVH) constituye actualmente una amenaza en la salud sexual y reproductiva de millones de personas, el cual se transmite a la pareja a través de heridas microscópicas o desgarros que se pueden producir durante el coito.
Si en ese momento la carga viral en el organismo es elevada es más probable el contagio. Aunque muchas parejas aún desconocen su existencia, se estima que al menos el 50 por ciento de las féminas y hombres sexualmente activos contraerán esta infección en algún momento de sus vidas.
Uno de los síntomas más conocidos de este virus es el Condiloma, que aparece como una enfermedad vírica de la piel, la cual se manifiesta a través de verrugas en los genitales y la región perianal del paciente, ya sea hombre o mujer.
En las últimas décadas la incidencia de estas verrugas ha mantenido un incremento considerable. Los índices de contagio apuntan a la población más joven, al ser la más vulnerable ante práctica de conductas sexuales desprotegidas y el cambio frecuente de parejas.
No obstante, la mayoría de las veces el PVH es asintomático. Los científicos reportan entre 60 y 100 tipos diferentes del virus, de los cuales unos 40 atacan a los seres humanos.
La mayoría son cepas benignas y producen verrugas en manos, boca y pies, pero otras 15 cepas son muy agresivas, como la PVH16 y la PVH18, que están asociadas al cáncer de cuello uterino y al cáncer de próstata.
ESTRATEGIAS A LARGO PLAZO
Desde hace años varios países buscan desarrollar vacunas profilácticas y terapéuticas para prevenir y curar el PVH. Actualmente Estados Unidos comercializa un prototipo en algunos países desarrollados, pero es muy cara para las regiones que más lo necesitan.
Por lo general, el condiloma en el hombre aparece en la uretra, próstata, vesícula seminal, uréteres y vejiga. En el tallo del pene y el glande tienden a ser más pequeños y menos ásperos que los detectados en genitales femeninos y en la región perianal de ambos sexos.
En casos excepcionales crecen hasta cubrir toda la zona genital y perianal como el condiloma gigante. También existen condilomas planos, no detectables a simple vista, que crecen silenciosamente en el interior de la vagina y el cuello del útero, por lo que se necesitan procedimientos especiales para detectarlos.
A veces el organismo logra librarse por sí solo de la infección y no transmitirla, pero es imposible predecir con exactitud a quien, o por qué le sucederá.
Los médicos señalan que, de momento, la solución es atacar las lesiones según la peligrosidad de la cepa y el grado de avance de la infección.
El tratamiento va desde aplicaciones tópicas de diversos productos hasta procederes más radicales como la crioterapia con nitrógeno líquido, electrocauterización, terapia con láser o escisión quirúrgica.
Es bueno aclarar que en cualquier caso se eliminan las verrugas, pero el virus que las provoca continúa circulando en la sangre, por lo que pueden aparecer nuevas lesiones a corto o largo plazos, en dependencia del sistema inmunológico del individuo.
FORMAS Y APARICIONES
Una de las formas en que aparece el condiloma es como lesiones abultadas y reconocibles a simple vista que se les denomina acuminados o cresta de gallo. Estas son coloreadas, duras, y aparecen solas o en racimos. Crecen en áreas húmedas de la piel, cerca de las mucosas.
La mayoría de los pacientes no refieren molestias y las verrugas crecen rápidamente sin atenderse. Sin embargo, es frecuente que el PVH se asocie a otras ITS que sí producen síntomas como flujo, ardor, prurito, calor y coitalgia, o dolor durante el coito.
Justamente este uno de los principales peligros que asecha a los infectados. Cifras alarmantes revelan que el VPH ha sido el detonante del cáncer cervico-uterino en unas 500 mil mujeres, y de la muerte de 230 mil en los países en desarrollo.
Los expertos aconsejan para las personas infectadas que lo más sano es llevar una vida equilibrada en cuanto a alimentación y reposo, y evitar el estrés. La pareja debe conversar sobre esta situación y la necesidad de protegerse en sus prácticas sexuales, ya sean anales, vaginales u orales, además de chequearse ambos una o dos veces cada año con especialistas en dermatología, ginecología, urología o cirugía general.
Si está en los planes de la pareja tener descendencia, es vital asistir a una consulta de planificación familiar, estudiarse ambos rigurosamente y determinar el momento adecuado para intentar la concepción, tanto si el portador es la futura madre como el futuro padre.
Las verrugas pueden aparecer hasta diez años después de haber tenido una relación de riesgo, por lo que sería correcto —siempre que sea posible— informar del suceso a parejas anteriores y sugerirles que se estudien.
Es por eso que se alerta sobre la necesidad de que toda mujer debe chequearse sistemáticamente, y en caso de dar positivo el estudio, chequear también a su pareja sexual.
Como parte del Programa Nacional de Prevención del Cáncer Cervicouterino, en Cuba se facilita la realización de la prueba citológica o Papanicolau cada tres años a todas las mujeres entre 25 y 59 años de edad, y si hay conducta de riesgo, se puede indicar fuera de ese rango de edades o antes del plazo establecido.
Este examen permite el diagnóstico de infecciones, trastornos y cambios morfológicos en células del cuello y cuerpo del útero, el cual permite alertar en la mujer como el cáncer del cuello uterino, cuya detección temprana facilita el tratamiento y aumenta las oportunidades de curación.
Aunque mucho se especula sobre las molestias que ocasiona en la mujer este método, las propias féminas reconocen que no es doloroso, y solo tarda unos minutos.
Gracias a él se ha logrado la observación y el análisis de los tejidos, y en no pocas ocasiones se ha podido alertar a tiempo la presencia de anomalías, incluso asintomáticas.
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