El Festival de Cine de La Habana no es solo Cine Latinoamericano. Muestras colaterales de cinematografías de todo el mundo también encuentran espacio cada año en diciembre. Entre las cintas foráneas elegidas para esta ocasión está una muestra de cine alemán que hasta el momento solo ha dado lugar a la calidad.
La hora de los caníbales, del realizador Johannes Naber, es una joyita minimalista que con una locación, tres actores y un par de extras construye un relato monstruoso; una prueba de que, por mucho talento que exista alrededor una producción, si el guion no es sólido, todo puede venirse abajo.
Encerrados todo el tiempo en hoteles, ajenos a las realidades de los países que visitan, Ollers y Niederlander asesoran a grandes empresas en sus negocios: recomendaciones constantes sobre posibles clientes, mano de obra, futuros escenarios donde sus productos podrían triunfar. Naber utiliza a estos dos actores para desmontar con cinismo, desde una burbuja imaginaria que ninguno de los protagonistas se atreve a traspasar, cómo el capital, los intereses económicos y el constante juego de poder convierten al ser humano en una criatura incapaz de percibir la realidad.
Enajenados del mundo, la calamidad los rodea lentamente; sí, el argumento pone los pelos de punta: “otra cinta sobre lo malo que es el capitalismo”, pero no se equivoque, las actuaciones de Sebastian Blomberg y Devid Striesow junto al espectacular guion convierten los 93 minutos de metraje en una desternillante comedia que nos va cortando la respiración a cada minuto al punto de que al final, con el fade en negro y los créditos, uno permanece al menos cinco segundos en silencio, buscando fuerzas para recuperarse y aplaudir una obra redonda.
Uno podría pensar que eligieron la mejor de las cintas para la inauguración de esta muestra, lo cual tiene sentido, pero la segunda película estrenada en esta no bajó el listón. Kohlhaas o La proporcionalidad de los medios es un metarrelato cinematográfico que con cierta sorna y crueldad se refiere a lo difícil que es hoy filmar con presupuesto cero, aunque las ganas de contar sean inmensas.
El joven director Lehamn quiere contar la epopeya de Kohlhaas, pero desde el día uno de rodaje, los productores lo cancelan todo. Con muchas ganas y solo con su poder de convencimiento, intentará convencer al equipo de la posibilidad de cumplir con su sueño.
Sin vestuario, con un puñado de lugareños como actores y constantes crisis internas de su equipo, cada día parece más difícil seguir con el rodaje, pero mientras más escollos aparecen en el camino, más confianza adquiere el director. Batallas épicas contra los bosques, caballos invisibles, armas imaginarias y todo lo que la creatividad permita incluir, aunque la cámara no lo grabe, será válido para apoyar una hipótesis dolorosa: da igual cuánto empeño le pongas, si no tienes dinero para contar tu historia, entonces no lo hagas. Otro elemento que da cierta magia a la cinta es la “independencia” de la cámara, la cual llegado un punto ni el director puede controlar, lo que a su vez le da un cariz de documental.
Por eso, aconsejo a cualquier persona que juegue a la ruleta rusa a la hora de seleccionar una cinta en el Festival de Cine de La Habana que tenga en cuenta la Muestra de Cine Alemán, al menos a algo seguro podrán agarrarse.
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