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martes, 19 de noviembre de 2024

Carlos Díaz: “Voy a seguir haciendo teatro”

Al director de la compañía teatral El Público, el Premio Nacional de Teatro 2015 lo estimula a dar cada día más…

Ana Laura Palomino en Exclusivo 04/02/2015
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Carlos Díaz impone a su paso, no por una alta estatura ni por una figura prominente, sino por esa capacidad de mantener a los jóvenes más inquietos a su alrededor, escuchando, queriendo aprender de cada gesto.

Lo encontré en su lugar de siempre, el teatro Trianón, sede de su compañía El Público. Al llegar descubrí estudiantes de la Escuela Nacional de Arte (ENA), todos esperaban pacientemente a su mentor y comentaban acerca de la última tarea que les había asignado.

Cuando Carlos entró por la puerta lo hizo con una sonrisa. Al principio pensé que mi cuestionario era demasiado extenso, pero de manera gentil me tranquilizó, y con un cigarro en la mano calmó mi curiosidad.

—¿Por qué Carlos Díaz combina varios recursos artísticos, como la danza, el canto y la moda, en una sola obra teatral?

—Yo creo que el teatro, dentro de las artes, es una de las más efímeras, por lo que tiene que irse nutriendo de otras ramas, como la danza, las artes plásticas, el canto, la música… Y, en la medida en que uno vaya adoptando estos lenguajes, la puesta en escena será más rica y estará más cerca de poder traducir cualquier sentimiento, cualquier mensaje que usted quiera enviar.

—En su obra hay una persistencia del desnudo. ¿Por qué lo utiliza constantemente?

—Siempre se habla del desnudo, y otros entrevistadores y críticos discuten sobre la cantidad de vestuario que se utiliza aquí. Yo creo que hay que ver todas las opciones que utiliza el ser humano para apertrecharse de corazas. El desnudo es algo tan sencillo como el hecho de estar vestido. Pienso que sigue siendo un tabú especular que una persona desnuda es una persona distinta. Si a alguien lo llevan al quirófano, no va con ropa; una persona para bañarse, no va con ropa; una persona para hacer el amor, no va con ropa; entonces no hay razón para hacer del desnudo un tabú o una prohibición.

“Un ejemplo, en el caso de Antigonón, ya llegó el momento de que las actrices no se dan cuenta de que tienen una parte del cuerpo desnuda o que están desnudas completamente. La formación y el gusto del actor logran que esto sea posible. Cuando tú haces algo en escena no se puede ver que lo estás haciendo para molestar a nadie, lo estás haciendo para decir algo. El actor aprende a no tener vergüenza con su cuerpo y lo mismo pasa con su voz. La voz es un arma que se utiliza para expresar, comunicarse y hay que tener una voz entrenada. Lo mismo ocurre con el cuerpo”.

—¿Cómo realiza la selección de las obras que quiere llevar a escena?

—Primero uno piensa: “¿Qué quiero decir? ¿En qué estadío me encuentro?”. Ahí es que aparecen los temas, las obras… y uno selecciona. A mí me gusta buscar el buen teatro, el buen texto. Creo que el texto va siendo una base importante dentro de la historia, sin embargo, uno puede tomar un texto malo, un texto débil, y levantarlo con una buena puesta en escena.

—¿Cómo es el proceso de producción de una obra, todo el andamiaje de una puesta en escena?

—Armar una obra es como conocer a muchas personas, conocerlas bien. Hacer un montaje de teatro es entrar en un universo que estás creando, con seres humanos que están memorizando textos que no son de ellos, que asumen una manera de moverse en función de estados anímicos, de imágenes… Todo eso es muy rico, pero al mismo tiempo muy trabajoso, lo que al final te deja el placer de ese viaje imaginativo que tú haces para poder contar la historia del príncipe de Dinamarca, o sea de Hamlet, o de Tartufo o de Fedra. De alguna manera es como entrar en una casa que tú no conoces y apropiarte de los seres humanos, de los objetos, de las conversaciones, de la luz.

“Hacer teatro es un acto de apropiación y de conformar un universo que depende de ti, del director, de los actores, de los técnicos, de los diseñadores, de los músicos…; de mucha gente trabajando en función de una obra”.

—¿Cómo surge la improvisación a lo largo de las funciones?

—Yo creo que el teatro se va nutriendo de lo que uno vive, de lo que va pasando, y una función tú no la puedes mantener idéntica de un día a otro. Yo creo que es como el biorritmo. Así como hay cosas que van cambiando con el día, a veces un actor te va diciendo que esta sintiendo algo que quiere poner en escena y esas cosas se incorporan, el actor propone, también puedo proponer yo.

“En el caso del Decamerón, los actores quisieron incorporar algunas frases que hicieran referencia a la realidad de nuestro país en estos momentos. Hay una ilusión con el tema de Estados Unidos y Cuba y creímos apropiado comentar acerca de esto, un tema del cual no se ha hablado en mucho tiempo”.

—¿Toma en cuenta la preparación vocal y de baile a la hora de sumar nuevos actores y actrices al teatro El Público?

—Como soy profesor de la Escuela Nacional de Teatro, lo que hago son las tesis finales de la carrera y siempre en la tesis tú te das cuenta, después de haber trabajado todo un año con el alumno, quiénes cumplen con los requisitos que yo busco, y en los últimos años he encontrado muchachos con muchas condiciones.

—¿Cómo es la relación de Carlos Díaz y del teatro El Público con las nuevas generaciones?

—Aquí todo el mundo es muy joven, además, el teatro no puede tener cansancio y llega el momento en que en nuestro movimiento teatral hay una zona de los actores que empiezan a cansarse, aun siendo muy jóvenes. El verdadero ímpetu esta en los más jóvenes, no escatiman tiempo de ensayo, no le dan importancia a los problemas con el transporte, la comida... El joven va viendo la vida de otra manera, y el teatro es un poco ingrato, porque en el teatro tú vienes a entregar y el teatro no te da nada. Es como en la época de Molière: empuja la carreta, a pasar hambre, a ver como lo mantienes. Tienes que vivir dos vidas, la de tu casa y la del escenario. Cuando el actor tiene que enfrentarse a una obra complicada, cuando sale de la función necesita un tiempo para relajar el alma, para poder dormir. Muchas veces hay actores que son capaces de seguir ese ritmo.

—¿Le exige a los muchachos la lectura de los clásicos del teatro cubano?

—Hay que leer mucho nuestro teatro y mantenerse informado sobre lo que está pasando, tanto en nuestros escenarios como en el ámbito internacional, cuáles son las circunstancias del teatro actual.

—Qué prefiere Carlos Díaz, ¿enseñar o dirigir?

—A mí me gusta dirigir teatro, pero ya llega el momento que uno tiene que preparar el relevo y tiene que pensar en lo que tiene alrededor. No hay muchos directores. No se están formando directores de teatro en Cuba, y hay que ir engrosando las filas del movimiento teatral, y muchas veces de las propuestas de teatrólogos, dramaturgos, algunos actores, de ahí sale un director. Yo estudié Teatrología en el Instituto Superior de Arte y tenía muy claro desde el primer día de clases que yo quería ser director, entonces cuando terminé fui buscando el camino de la dirección hasta que lo encontré.

—¿Proyectos futuros?

—Estamos preparando una versión de Hansel y Gretel. Lo más cercano que tenemos es una gira con Antigonón al festival de Francia y otro en Austria, después iremos a Argentina.

—¿Qué significa el Premio Nacional de Teatro para alguien que nunca se cansa de crear?

—Este premio significó que hay que seguir, que este año me tocó. Me hubiera podido tocar el año que viene o cuando estuviera más viejo. Me siento feliz de que me lo dieran ahora, y como quiera que sea eso te compromete. Aunque no me hubiesen dado el premio, de mí no iban a salir, ni de mi teatro. Yo voy a seguir haciendo teatro, voy a continuar siendo el Carlos Díaz que soy con esta compañía, que es algo que creamos para sobrevivir teatralmente y para sobrevivir de la mejor manera. El premio es también un reconocimiento al teatro El Público, porque cuando las personas piensan en la compañía no es solo Carlos Díaz, hay un grupo de actores que lo conforman, una sala llena de personas que nos siguen y que al mismo tiempo exigen más de nosotros. La cola fuera, la sala llena y el escenario; todo eso es un fenómeno, eso es el teatro.


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Ana Laura Palomino


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