Los ojos cerrados. Los labios, contraídos, dibujan una línea que regala un rictus pesaroso, cual antesala de los movimientos que vendrán después. Despacio, ambas manos descienden a pocos milímetros del rostro. Casi a la altura del hombro, los tres dedos de en medio de la mano izquierda se van encorvando, entretejiendo invisibles hilos de dolor.
La escena que regala el bailarín y coreógrafo colombo francés Alexi Marimón es de profunda introspección, como si fuera calibrando cada dosis de energía que necesita para desatar el cuerpo, y que este dialogue en los códigos de la danza contemporánea.
Continúan descendiendo las manos en movimientos rítmicos, y el ensayo general de la pieza Comala solo acaba de iniciar: cinco minutos antes, sentado en el borde del escenario del Cine Teatro Miramar, Marimón da la bienvenida al cuerpo de baile, al equipo técnico y al resto de los asistentes; dos minutos antes explica que la voz que se escucha y las fotografías que se proyectan pertenecen al escritor mexicano Juan Rulfo, autor de Pedro Páramo, obra que la creación coreográfica toma de inspiración.
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Jueves 19 de mayo, antesala de un viernes en que el Cine Teatro Miramar se vestirá de estreno. A la entrada de la instalación, un cartel muestra la imagen de unos seis jóvenes con el torso descubierto. No se les distingue el rostro, y forman una línea en la que cada bailarín descansa su cabeza sobre el hombro del compañero que le antecede.
La misma imagen toma casi toda la portada del programa de la obra. Comala, rezan las letras con mayor tipografía de las cuatro páginas asentadas en cartulina gruesa. Hacia el interior, retazos de información:
-Fruto escénico del intercambio cultural cubano-colombo-francés dentro del marco del Mes de la Cultura Francesa en Cuba.
-Es un pueblo coreográfico en el Caribe donde el Realismo Mágico expone la fuerza y poesía de los bailarines de Ciego de Ávila, Holguín, La Habana, Guantánamo y Colombia.
-Los intérpretes viajan al adentro de los adentros para sentir un paisaje compartido desde la esencia. Esto permite descubrir el universo vital del texto rulfoniano para dar a luz o a la danza una nueva versión de Pedro Páramo.
-Alexi Marimón: Bailarín, coreógrafo y pedagogo. Comenzó su carrera en el Colegio del Cuerpo, dirigido por Marie France Delieuvin y Álvaro Restrepo. Se ha presentado en Alemania, Francia, Estados Unidos, Perú, México, Inglaterra, Suiza, entre otros. Director de la Compañía Plataforma Híbridos Francia-Colombia. Merecedor del Diploma de Estado Francés de Profesor de Danza Contemporánea.
-Con la participación excepcional de Alex Quin interpretando Coca por coco, de Herencia de Timbiquí.
-Dirección artística y general: Rosario Cárdenas. Premio Nacional de Danza, 2013. Diploma de Estado Francés de Profesor de Danza Contemporánea, 2006. Orden Caballero de las Artes y las Letras de Francia, 2022.
(Yoandry Avila Guerra/Cubahora)
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“Para mí Comala no es solo una historia del dolor, sino también múltiples historias. Es un condensado de movimientos, de pasiones, de temas al interior de una misma pieza”, subraya Alexi Marimón.
-¿Por qué asumir como eje de la historia coreográfica el texto de Juan Rulfo?
“Siempre he dicho que no me gusta hablar o moverme en mis piezas con los temas que no me conmueven, que no me tocan. Para mí, Comala o el libro Pedro Páramo, siendo breve y concreto, narra la historia de una persona que queda en orfandad.
“Yo soy huérfano. En Colombia, y en muchas partes del mundo es un flagelo el abandono de los hijos por parte de los padres. En Colombia, digamos, por una costumbre machista, por falta de educación; pero, también, porque se van a la guerra. Como sucede en muchas guerras, los hombres que van combatir están obligados a dejar a sus hijos y ese es un flagelo que creo se narra mucho en Comala, y entre la relación de de Juan Preciado y Pedro Páramo”.
-¿Cuánto de referencia de la sociedad colombiana moderna tiene Comala?
“Creo que tiene, igualmente, una referencia con Francia, con México y con Cuba, en el sentido del flagelo del abandono de los padres hacia sus hijos, por múltiples razones.
“Colombia ha vivido durante más de cincuenta años una guerra interna, donde nos estamos matando entre hermanos. En ese contexto, creo que esta pieza narra esa orfandad. Por eso decía que para mí esta obra es un adentro hacia de los adentros, porque no es solamente mi percepción como artista, coreógrafo y bailarín, sino, de igual modo, la percepción desde los adentros de cada bailarín y desde los adentros de cada historia que ellos traen consigo”.
-¿Qué elementos presentes en la coreografía pueden universalizar la obra?
“El movimiento puede ser universal. Siempre intento hablar del Realismo mágico del cuerpo; por supuesto, haciendo referencia a Juan Rulfo y a Gabriel García Márquez.
“Es encontrar esa relación entre el texto y el movimiento. Ir desde este pasaje abstracto, poético y fuerte que divaga entre la certeza y la duda, hasta el producto (entre comillas) que puede tener ese texto en los bailarines”.
-Aunque parezca una dicotomía, Comala es una historia de raíces y de desarraigos. ¿Cómo contarla desde el cuerpo?
“Comala es una historia dura; de desarraigos y raíces, eso es verdad. Es una historia del salir, del exilio, pero también del pasaje interior. Comala está llena de misticismo, de una relación con la religión, con la fe, con la esperanza y con Dios. Esta relación de la divinidad, de intentar establecer un contacto con Dios también le aporta mucho.
“La obra está muy pegada a las raíces de Cuba, Francia y Colombia, pero deja la puerta abierta hacia otros pasajes menos conocidos. Estamos abiertos, de igual modo, a la abstracción. Es un pasaje por la memoria y la imaginación”.
(Yoandry Avila Guerra/Cubahora)
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El cuerpo del joven y corpulento bailarín habla mediante movimientos azarosos que parecen espasmos. Repetitivos, los músculos dialogan en una cadencia que se traduce en búsqueda, en identidad. Parecen gritar con fuerza las letras que pudieran articular un mantra que alguien o algo se ha robado: “¡Yo soy de aquí, esta es mi tierra. Yo también pertenezco!”.
“¡Yo soy Juan Preciado. Busco a mi padre!”, el sudor en el rostro, los rizos que salen disparados hacia delante. El cuerpo, que hasta hace un segundo llevaba la voz cantante en la narrativa, emite señales de cansancio emocional; de que la empresa ha ido dejando en el camino trozos irrecuperables del protagonista, y de uno mismo.
Dos periodistas en la segunda hilera del grupo de butacas del centro se sorprenden. Dejan las notas en el celular y los disparos del obturador de la cámara. No esperaban la voz de Juan Preciado. Se sorprenden, tal vez, con la misma capacidad de asombro de los asistentes a aquella primera función del cine sonoro.
(Yoandry Avila Guerra/Cubahora)
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Los cuerpos miran hacia el “cielo” del escenario. Están formados, en una fila. Una fila en movimiento en la que el primer bailarín viaja por encima de sus colegas hasta llegar al final: una rotación infinita de desventuras, en la que cada uno aporta su marca individual de pesar, y en la que todos, en un bucle infinito, coinciden en los puntos cardinales del desarraigo.
Parafraseando a Marimón, parece una exteriorización de los adentros; una en la que la idiosincrasia de la danza contemporánea nacional marca su estela al decir y al hacer -o lo que es lo mismo, al bailar-.
Si se le pregunta al bailarín y pedagogo franco colombiano por el aporte cubano a la narrativa de la pieza -coproducida en su capítulo antillano junto a la Compañía Rosario Cárdenas y a la Alianza Francesa en Cuba- afirma, categóricamente, que ha sido muchísimo: “Cada uno tiene una manera diversa, rica e interesante de moverse. Entonces, por supuesto, sobrepasa las expectativas de cualquier coreógrafo. Creo que el público lo va a percibir”.
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Sábado 21 de mayo. Mañana luego de un estreno. Marimón se siente agradecido por las reacciones a la obra. La noche anterior más de un espectador consideró que los aplausos sostenidos no fueron suficientes.
(Yoandry Avila Guerra/Cubahora)
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