Durante el primer período de vida, los fiñez manifiestan mucha curiosidad por el espacio circundante y quieren entender todo lo que está a su alrededor, por lo que hacen muchas preguntas para conocer el sentido de las cosas, lo cual también amplía el vocabulario.
Aunque no siempre nos acordamos de esta fase natural del desarrollo cognitivo y del lenguaje por la que todos pasamos, los adultos debiéramos tomar conciencia de que también transitamos por esa etapa en la que al no quedar satisfechos ante una respuesta, la repetimos.
Por supuesto que una explicación lleva aclaraciones, y nuevamente a la misma pregunta por qué, por qué, por qué… y en este caso hay que buscar paciencia en comprender el porqué la hagan una y otra vez.
En una ocasión escuché a alguien decir que iba a contar las veces que su hijo le preguntabá por qué, pues afirmaba molesto que ya su cerebro no resistía más, sencillamente porque carecía de conocimientos y antes de mentir, lo iba a mandar a callar.
Por supuesto que además de paciencia se requieren conocimientos y dominio de las maneras de que las contestas sean comprendidas y no se dañe la comunicación padre-madre e hijo.
En la medida en que crecemos, las preguntas van pasando a indagar sobre las relaciones entre las causas y los efectos, en vez de limitarse a saber simplemente el porqué del fenómeno.
Si bien se comienza por preguntar por qué todo lo que cae va hacia abajo y no para arriba, después se pasa a la etapa de cuestionar por qué se rompe un vaso de cristal al precipitarse hacia el piso y chocar.
Seguramente los entendidos en las ciencias del comportamiento humano tendrán más explicaciones, pero en este post adelantamos que los adultos, a su nivel, y con más desarrollo debieran mantener el cuestionamiento, indagar los porqués e indagar las relaciones causa-efecto, pero…
No es por qué la única interrogante existente, pues en la técnica periodística se habla de preguntas clásicas: qué, quién, cuándo y dónde, que por lo elemental, casi todos lo averiguamos o sabemos sin preguntar porque los informantes lo dicen.
La sexta pregunta es tan importante como la que hacen los niños, pero los adultos suelen quedarse en explicar el porqué, pero generalmente sin responder a otros o a sí mismos cómo lograr un objetivo.
Debiera haber una etapa de los humanos que fuera la edad de los cómo, pues en tiempos difíciles las mayorías saben qué es la solución, pero rara vez surge un debate colectivo, ni en las actuales de moda redes sociales, sobre cómo lograrlo.
Si se afirma que no debe haber tierras ociosas, nadie duda en responder el porqué con abundantes explicaciones de que las cosechas contribuyen a paliar o resolver el déficit de alimentos y reducir o eliminar la necesidad de importar alimentos.
Sin embargo, como que ya no somos niños, sino adultos humanos con capacidad y deber de hacer, la pregunta que se impone es cómo sembrar esos terrenos en un contexto de escasez y de cada vez más altas temperaturas, así como una sequía cuya intensidad y duración crece.
Hay quienes sin demorar un segundo dan la solución: pagar mejor, pero no dicen cómo lograr mayores salarios que no sea mediante el irresposable acto de imprimir más billetes con los cuales los poseedores demandarán productos y servicios que tampoco alcanzan.
Se requiere superar la etapa infantil, profundizar en los porqués, pero instaurar una época de responder cómo.
En el post del viernes 13 de marzo del próximo 2026 volveremos a tratar sobre este tema, y ese día diremos por qué es significativo el asunto ese día, mientras tanto, háganos llegar sus opiniones.
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