No es la primera vez que un director versado en comedia decide dar el salto al cine dramático. Suelen ceder a la necesidad —llámese ego— de hacer un cine “más serio”, más del agrado de los críticos.
Con El juez (2014), el director norteamericano David Dobkin se esfuerza por probar que también es capaz de vérselas con historias dramáticasy pesos pesados de la interpretación, como si no fuera ya bastante complicado lidiar con Jackie Chan, Owen Wilson o Vince Vaughn…
Aunque tampoco es que falte el humor en El juez. La vis cómica está presente en esta cinta, quizás a modo de compensación de esos temas —bien serios— a los que se enfrenta: enfermedades terminales, disputas filiales y heridas del pasado. El juez obvia de manera digna los escollos de lo que pudo ser un melodrama meloso para convertirse en un drama familiar, cuidado al detalle, y rodado con buen ritmo, al que mucho ayudan —amparan— las dosis de sarcasmo y mordacidad del filme.
El argumento de El juez: El brillante abogado Hank Palmer (Robert Downey Jr.) regresa, luego de veinte años de ausencia, a su pueblo natal para el entierro de su madre. Una vez allí se entera de que su padre (Robert Duvall), juez del pueblo y con el que lleva años sin hablarse, es acusado de un crimen. Hank decide ser el abogado de su padre, y eso conseguirá que poco a poco los lazos rotos de la familia Palmer sean restablecidos.
La trama judicial es usada de pretexto para mostrar —hasta el retorcimiento— la mala relación entre padre e hijo. Aunque David Dobkin consigue arrancar interés a la raíz del crimen propiamente dicho, el verdadero tema de la cinta es el camino de encuentros y desencuentros por el que transitan las relaciones paterno filiales.
Como en las películas de Alexander Payne, los personajes de Dobkin en El juez hacen un viaje de introspección. Recuerdan su pasado, se cuestionan cuándo empezaron los problemas; se cuestionan los por qués; los cómos; cada detalle de su personalidad. Ellos intentan entenderse… tanto como los espectadores quieren verlos hacerlo. Son personajes gloriosamente imperfectos.
No es de extrañar entonces que sea el colmo de la grandeza el duelo interpretativo que se desata entre Robert Downey Jr. y el veterano Robert Duvall, toda una leyenda del viejo Hollywood, venerado por generaciones de cinéfilos desde su primera e inolvidable aparición en la gran pantalla en Matar un ruiseñor (1962, Robert Mulligan), curiosamente otra película de juicios.
El trabajo de estos actores salva la película por encima del guión y del trabajo de montaje, y logra el regocijo de cada uno de esos 141 minutos de película. Pero no sólo los actores principales están espléndidos: el elenco de los secundarios resulta inmejorable. Pisándole los talones muy de cerca a los protagonistas encontramos a una radiante Vera Farmiga encarnando a la exnovia de juventud del personaje de Robert Downey Jr., o a un hipnótico Billy Bob Thornton, que enriquece con creces las escenas del juicio dotándoles de un interés añadido.
En resumidas cuentas, que Dobkin ha probado su mérito. La conjunción de elementos en El juez funcionan con creces: drama familiar excepcionalmente interpretado, con alguna que otra dosis de humor y un puñado de escenas memorables.
Así, aunque la historia de esta película esté plagada de un tratamiento meramente comercial y se torne, en ciertos aspectos, previsible, cuenta con grandes secuencias dramáticas (la del baño, la discusión bajo la lluvia y la escena del tornado). Aunque nada más fuera por estas escenas, ya se tendría asegurado con El juez una experiencia placentera, y en cierto modo, irrepetible.
AL
28/2/15 19:40
me ha gustado esto. gracias
ahmed
28/2/15 19:38
Muy profundo, muy bien escrito
rolex
28/2/15 19:35
habra que verla
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