Por: Rubén Padrón Garriga
Las generaciones actuales aprenden a crear imágenes junto con los textos. Desde un dispositivo móvil pueden generar un universo infinito de sentidos. Pero ¿están siendo realmente conscientes de sus lógicas y potencialidades?, ¿qué papel deben desempeñar la familia, la escuela y las instituciones culturales?
Sobre estas interrogantes se levanta la Muestra Internacional de Cine Educativo, un festival que promociona la educación audiovisual y el cine más allá de las industrias culturales hegemónicas. De ahí que constituya una gran pantalla para niños, maestros, líderes comunitarios y todos quienes apuesten por la educomunicación como el principal camino para aprovechar la capacidad crítica de los más pequeños y sus formadores en aras de una postura emancipada ante la dominación cultural.
Para ahondar en la importancia de este espacio, sus peculiaridades y los desafíos para el contexto cubano de la educomunicación conversamos con Eileen Sanabria Herrera, licenciada en Psicología y máster en Sociología por la Universidad de La Habana, Cuba. Actualmente cursa el doctorado en Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, España, con una tesis sobre la articulación entre la televisión, la infancia y la familia.
Investigadora agregada del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello del Ministerio de Cultura, sus temas se centran en familia e infancia, educomunicación, consumo audiovisual y mediaciones familiares. En 2002 comenzó a formar parte del Grupo Coordinador de la Red del Universo Audiovisual de la Niñez Latinoamericana y Caribeña (Unial), la cual agrupa a personalidades e instituciones de América y Europa. En 2013 asumió la coordinación de la Red y desde el 2020 dirige la Muestra Internacional de Cine Educativo en Cuba (MICE Cuba).
¿Cuáles fueron los orígenes de MICE y cómo se relaciona con el trabajo previo de la Red del Universo Audiovisual de la Niñez Latinoamericana y Caribeña?
Los orígenes de MICE se remontan a Valencia. Fue una muestra de cine educativo creada por Josep Arbiol, un profesor de escuela quien desde hacía muchos años venía trabajando el audiovisual como una estrategia pedagógica para educar a sus alumnos. A raíz de eso, empezó a comunicarse vía correo electrónico con Pablo Ramos, fundador de la Red Unial, porque ya existía un trabajo previo en Cuba y Latinoamérica sobre ese camino.
Josep viene a Cuba a un encuentro de la Red y empezamos a manejar la posibilidad de realizar aquí también la MICE, de alguna manera, apoyada en el esquema de la muestra valenciana, pero con las peculiaridades cubanas. Una de las principales características nuestras es que el certamen nace dentro de la institución y se organiza con la colaboración de varias organizaciones. Su coordinación viene de la Red Unial, actualmente perteneciente al Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, con la participación y colaboración del Ministerio de Educación, Ministerio de Cultura, Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), Organización Jordi el Mussol de Valencia, los Estudios de Animación del Icaic, direcciones provinciales de cultura, Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, Oficina del Historiador de La Habana, Consejo Nacional de Casas de Cultura, la Cinemateca de Cuba, Cinesoft, Unicef, Unesco y los proyectos comunitarios de creacion audiovisual existentes en todo el país.
MICE llega a Cuba en enero del año 2020, y no pudo volver a realizarse hasta ahora por la pandemia. ¿Cuáles son las principales diferencias entre esa primera edición y la actual?
La primera vez se concibió desde una proyección más pequeña, localizada fundamentalmente en La Habana, aunque se realizaron acciones puntuales en varias provincias en colaboración con proyectos comunitarios que trabajan el audiovisual. Se utilizaron solo dos cines en la capital y tuvimos actividades de formación y conferencias, entre otros espacios. Llegamos en aquel momento a 27 000 espectadores, lo cual, para una primera edición de cualquier festival, es bastante. Logramos llenar el cine Riviera con niños, algunos de los cuales nunca habían estado allí, aun cuando estudiaban en escuelas cercanas.
En ese primer momento se llegó al convencimiento de cuan necesario era ese espacio, y no solo debía repetirse, sino crecer. Planificamos entonces hacer MICE todos los años y en toda Cuba. Viene la pandemia, empezamos a trabajar incluso en la edición de 2021 y la tuvimos que suspender por el incremento de los casos.
Aun así, durante todo ese año la Red Unial, en colaboración con quienes apoyan a MICE en Cuba, con Josep Arbiol y la organización Jordi el Mussol, realiza una serie de actividades para no dejar morir el impulso original. Llevamos a cabo talleres internacionales, investigaciones, conferencias de coordinación entre grupos de Latinoamérica y Europa, muchas acciones vía online. Cuando empieza a bajar el contagio en todos los lugares se proyecta la edición actual de 2022.
El gran salto es pasar de una MICE local en la capital, a una en todo el país, y además, no solamente contar con la colaboración de los proyectos comunitarios de 2020, sino que por primera vez se logra un convenio con el Ministerio de Educación para llevar la proyección de materiales a las escuelas de la Isla; cada centro educativo adaptó la acción a sus condiciones. Si bien no pudimos lograrlo en todas partes, alcanzamos una cifra de 332 449 y documentamos el proceso en 10 provincias.
Configuramos cuatro muestras: una internacional, una de Extremadura —región invitada—, una latinoamericana y una cubana; dividimos los materiales según las edades, para primaria y secundaria. La idea era que los niños funcionaran como jurados, eligiendo el material preferido, y los premios finales salieron de ese visionaje general. Eso marcó el gran salto dado, y, por supuesto, se suma el hecho de tener tres salas de cine la primera vez, ahora incidimos en 14 en toda la capital.
Otro de los saltos fundamentales fue concentrar la mayoría de los talleres dentro de los Estudios de Animación del Icaic, tanto para niños y adolescentes como para adultos. Nuestro objetivo era que los invitados internacionales vinieran también a aportar desde sus saberes en el trabajo fundamentalmente con el público infantil.
Debemos destacar, asimismo, la musicalización en vivo de dos filmes del cine mudo, uno alemán y otro cubano, por dos orquestas infantiles: la jazz band del conservatorio Amadeo Roldán y la orquesta de cuerdas Clave de Sol. Otras actividades muy significativas fueron las conferencias de Thomas Kutschera, realizador de los dragones y el efecto 3D en la popular serie Juego de tronos; la inauguración, la despedida y espectáculos culturales con múltiples músicos y artistas invitados.
“Desde Cuba siempre hemos defendido la necesidad de una programación para niños de calidad y alternativa, y no siempre se está teniendo”.
MICE, desde sus orígenes, ha apostado no solo por promover una lectura crítica de las imágenes audiovisuales, sino por la educación en el “saber hacer”, o sea, que los educandos también tengan herramientas para escribir imágenes. ¿Por qué asumen este enfoque?, ¿qué le aportaría esa habilidad a la formación de un niño o joven?
Siempre hemos asumido ambos objetivos como necesidad: la lectura crítica de imágenes, desde materiales diferentes, los cuales no son los que generalmente ellos suelen consumir, y, por otro lado, la posibilidad de crear imágenes, pues la creación de audiovisuales está en la actualidad entre las herramientas que se necesita desarrollar desde las primeras edades. Hoy nacemos con todas las posibilidades tecnológicas a la mano para crear videos, pero esas tecnologías necesitan una mirada activa para su manejo y no han de constituir un puro instrumento de entretenimiento pasivo. Buscamos con estos saberes empoderarlos para mostrar mejor sus necesidades e intereses.
Por eso todos los talleres de formación están pensados para que sus participantes sean capaces de crear sus propias historias. Asimismo, la idea de llevar a todas las escuelas del país materiales hechos en contextos educativos tiene como objetivo que los alumnos vean materiales realizados por otros niños, cubanos y extranjeros. Nuestra aspiración es recibir más materiales producidos en el contexto educativo de la Isla. En la actualidad la muestra cubana se organiza desde los audiovisuales realizados en proyectos comunitarios, pero son casi inexistentes los surgidos en contextos escolares. Cuando se utiliza la escuela, se hace como escenario de grabación, y el objetivo es que esta logre implicarse en todo el proceso de creación.
Otra de las características que llama la atención de MICE es precisamente ese trabajo con proyectos comunitarios. Más allá de las presentaciones cinematográficas, hay acciones de formación, apoyo y acompañamiento a la labor desde estas iniciativas. ¿Por qué decidieron darle este enfoque tan inusual en los certámenes cinematográficos? ¿Qué nos puede comentar sobre la salud de los grupos cuyo trabajo está centrado en el audiovisual, y la educomunicación en Cuba?
Cuba tiene una gran fortaleza en ese sentido. Existen en muchos lugares de Latinoamérica y el mundo proyectos de trabajo y acompañamiento con niños que utilizan la realización audiovisual. Pero, por lo general, entran, ejecutan la acción concreta y se retiran. Después, tal vez quedan algunos ecos, mas todo ocurre en un corto período de tiempo.
En cambio, nuestro país cuenta con proyectos comunitarios con más de diez años de trabajo ininterrumpido desde el audiovisual. Incluso, antes de agruparse y coordinarse mejor como lo están haciendo hoy, ya había experiencias puntuales en lugares como Gibara, la Sierra Maestra o Pinar del Río, enfocadas a la educomunicación. Algunos de aquellos educandos que participaron hace ocho o diez años siendo niños o adolescentes, son ahora parte de los propios gestores de estos proyectos. Esto lo debemos aprovechar más.
¿En que qué debemos trabajar? Como generalidad, la iniciativa parte de un gestor particular, quien se interesa por realizar en su contexto este tipo de actividad. Estos pueden venir de diferentes campos: un museólogo, un camarógrafo de la televisión, un realizador audiovisual… Tienen esta inquietud y encuentran el contexto donde desplegar una labor audiovisual. Ello presupone que en muchos casos tengan el conocimiento técnico, pero existen todavía bastantes deficiencias en cuanto al trabajo, desde la educomunicación, con los niños: cuáles son las temáticas, cómo abordarlas, cómo hacer valer esos audiovisuales e introducirlos en la comunidad, y darles un recorrido. Ahí entran MICE y Unial para acompañar mejor esta faceta.
“Aspiramos a lograr una implicación real entre las escuelas y los cines, que los centros docentes no lo sientan como una actividad por dictamen, sino un aporte necesario a sus estudiantes”.
Se dice que la pandemia ha reconfigurado las dinámicas tanto educacionales como del consumo cultural, y el uso del tiempo libre en niños y jóvenes. ¿Cómo valora este fenómeno en Cuba y cuánto puede aportar el audiovisual educativo?
Las investigaciones que se han realizado en cuanto al consumo audiovisual durante la pandemia traen una nueva mirada hacia todo lo relacionado con el tiempo libre. Esto se ha visto reflejado con mayor intensidad en los niños, pues los adultos, de alguna manera, continuaron con sus labores mediante el trabajo desde las casas; mientras los niños, fuera de las actividades escolares, la mayor parte del tiempo usaron el audiovisual como entretenimiento.
Existe una mirada de las familias enfocada en que el audiovisual se pone y no se intenciona ningún proceso de mediación. En los estudios hechos en el ICIC Juan Marinello identificamos que en numerosas ocasiones la familia no es potenciadora ni tiene una mediación activa en el consumo audiovisual infantil, y eso se agudiza en los momentos de pandemia, porque es mucho más sencillo mantener al niño entretenido viendo cualquier cosa, sin ningún tipo de acompañamiento en la interacción con el audiovisual, ni siquiera en la selección.
Si siempre hemos defendido la necesidad de promover una educomunicación y educación para el audiovisual, ahora debemos hacerlo con más énfasis, porque se necesitan cada vez más espacios donde el niño, el adolescente, la familia y la escuela tengan una mirada crítica hacia lo consumido. De alguna manera el trabajo de la Red Unial y de MICE va enfocado también a ese nuevo contexto impuesto por la pandemia.
Durante el período más crítico del aislamiento, nos enfocamos en la investigación; de hecho, exploramos, en colaboración con más de 20 países de todo el mundo, cómo los niños estaban consumiendo el audiovisual en esos momentos. A nivel general, los resultados demostraron que aumentó el consumo sin un considerable control parental; también niños y adolescentes están más ávidos de consumir, incluso sin llegar al final del producto.
Una de las conclusiones más interesantes arrojó que consumían por la necesidad de ocupar el tiempo libre, pero no siempre veían las películas o series completas, y constantemente cambiaban de materiales —eso también viene asociado a las ansiedades del encierro—. Los estudios evidenciaron, igualmente, que durante el momento más crítico de la COVID-19 la mayoría de los niños y adolescentes le hicieron rechazo a cualquier información relativa a la enfermedad. No querían ningún tipo de contacto con el noticiero ni los espacios informativos, les dejaban eso a los adultos.
También coordinamos talleres y espacios formativos a distancia utilizando las TIC, lo cual en Cuba es muy difícil. Logramos llevar a cabo varios, pero, incluso festivales ya establecidos, como Rodando Fantasías en Villa Clara y el de Gibara del Proyecto Voces del Audiovisual, se hicieron desde un entorno digital online, y notaron que los niños no están familiarizados para interactuar con estos espacios desde las redes. Más allá de los problemas con conectividad y el precio de esta, no están acostumbrados a trabajar así.
Por eso a partir de esta segunda MICE asumimos como necesidad la formación en el uso de las TIC en vínculo con la muestra o cualquier otra de esta naturaleza. Queremos ir a las escuelas, hacer levantamientos de cómo educar a niños y adolescentes desde las TIC, crear vías didácticas útiles a los maestros, trabajar con la familia. Hay una serie de actividades que nosotros, como coordinadores de la Red Unial e investigadores del ICIC Juan Marinello, ya tenemos proyectadas a partir de los resultados en esta MICE.
Mi otra pregunta viene por ese camino. Esta MICE deja un saldo significativo en proyecciones cinematográficas y acciones formativas en maestros, estudiantes, gestores de proyectos y en la familia cubana. ¿Qué se propondrá para el futuro?
No queremos que MICE se convierta en una muestra puntual realizada una vez al año. Apostamos por la continuidad, que cuando convoquemos la siguiente, no necesitemos convencer a la escuela para ir al cine, sino que exista un vínculo constante, en un primer momento con escuelas cercanas a los espacios para cine dentro de La Habana, y llegar a otros lugares del país, también con los mismos proyectos comunitarios ya identificados y que trabajan en colaboración con nosotros.
Es crucial combinar lo que hacemos desde la investigación con todos los espacios de actividades, proyectos e iniciativas vinculadas al cine educativo. Necesitamos enfocarnos en las escuelas; una de las primeras labores que queremos hacer es con los instructores de arte, en estrecha colaboración con el Ministerio de Educación.
Otra de las propuestas está encaminada a utilizar los materiales que tenemos. Las muestras enviadas a las escuelas están muy logradas y sirven para trabajar casi cualquier tema, con audiovisuales centrados en la violencia, el consumo de drogas, el género, entre otros muchos tópicos y problemáticas actuales. Hay videos de todos los lugares del mundo muy útiles para el trabajo educativo, pues está demostrado que se logra más al debatir con niños desde materiales audiovisuales realizados por otros niños que con los hechos por adultos para los niños.
Para la próxima MICE uno de los principales objetivos es llegar a todas las escuelas; extendernos a la región oriental, ya que solo pudimos abarcar occidente. Por la vorágine organizativa propia del contexto pandémico, los materiales estuvieron en las escuelas entre el 25 de abril y el 11 de mayo. Para la próxima estamos ya organizando la curaduría para que las instituciones educativas tengan los productos audiovisuales por lo menos tres meses antes; así estarán en condiciones de realizar un trabajo complejo: no solo mirar el video y decidir el favorito, sino desplegar iniciativas y debatir y devolver resultados. Aspiramos a lograr una implicación real entre las escuelas y los cines, que los centros docentes no lo sientan como una actividad por dictamen, sino un aporte necesario a sus estudiantes.
Entonces, ¿cuáles son los retos y desafíos para la producción del audiovisual educativo y la educomunicación en Cuba?
Uno de los principales es concebir la educomunicación como parte de los diferentes espacios formales existentes en nuestro país. Es decir, que la educación audiovisual no sea una actividad extra, sino un proceso transversal en los entornos educativos durante los diferentes niveles de enseñanza, desde las primeras edades, y para quienes están formando a los estudiantes.
Asimismo, es sumamente importante tratar de implicar a todos los ministerios y organizaciones en lo consumido por nuestros niños hoy, lo cual hace necesario promover una lectura crítica de la imagen y una escritura activa de esta. Es increíble que cuando triangulamos resultados de una investigación hecha hace un par de años entre 42 países, nos percatamos de que en Cuba se estaba consumiendo lo mismo que en la mayoría de estos. La coordinación internacional lo vio como un resultado secundario, pero para mí fue el principal, pues desde Cuba siempre hemos defendido la necesidad de una programación para niños de calidad y alternativa, y no siempre se está teniendo.
El público infantil tiene sus características, y sobre la base de estas se precisa trabajar y generar espacios que garanticen su desarrollo pleno. La infancia muchas veces está en el centro, pero no siempre le dedicamos el tiempo y los recursos necesarios, o lo vemos como un asunto solo de la escuela, y en realidad es tarea de todos los que coordinamos, gestionamos o investigamos procesos culturales.
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