Algo inusitado ocurre en Regla, en un taller sin grandes pretensiones, donde se amalgaman materiales no convencionales al arte por las inspiraciones de dos artesanos que logran prodigios al conjuro de leyendas por nacer.
SINFONÍA DE ARTE A CUATRO MANOS
Nelson García y Blas Mora, integrantes del binomio Blasnel, han logrado el reconocimiento nacional e internacional por el acabado de sus creaciones, regidas por la maestría que pone riendas a imaginaciones desbordantes, las cuales han de canalizarse en obras portadoras de intenso trabajo en la selección de materiales. Su reciclaje equivale a los procedimientos de aquellos alquimistas medievales que lograron convertir en oro las aleaciones de metales por fórmulas que nadie pudo repetir.
Quizás ellos, en su continua experimentación, se acercan a tales misterios por el fragor de sus ideas, al ejecutar una perenne sinfonía a cuatro manos. Sus obras se exhiben, desde hace varios años, en galerías de Europa, América Latina y Estados Unidos, mientras en La Habana pueden admirarse en la Galería del hotel Meliá Cohíba.
EN POS DE UNA HISTORIA A RECORDAR
Entre sus primeras experiencias, recuerdo lo original de su apropiación de una obra irrepetible, La silla, de Wilfredo Lam, en una extrapolación a lo escultórico que devino el plato fuerte de un salón en la galería Domingo Ravenet de La Lisa, bajo el título de Parábola de la silla.
Continuaron explorando y abriendo caminos hasta intuir que ellas les esperaban impacientes, tanto que un día, sin que nadie supiera cómo, entraron sin pedir permiso, a este taller inscrito en la cotidianidad de dos artistas que unieron sus proezas, a partir del papier maché.
Los invadieron muy orondas, con esas poses principescas, entre pinceles, engrudos y tubos de acrílico, pero lo curioso es que las damitas no se inmutaron y tampoco les dirigieron la palabra, nacidas al conjuro de la fascinación que Nelson y Blas experimentaron al contemplar tan de cerca las criaturas de Velásquez.
LAS PRINCESAS EN UNA NUEVA DIMENSION
En el taller del único pueblo ultramarino de La Habana nacieron las otras Meninas, las cubanas, quienes al reflejar resplandores de luz, buscan refugio entre los orishas del panteón yoruba y adquieren aires emanados de las advocaciones de Obbatalá y, sobre todo, de Ochún y Yemayá.
Pero cansadas del juego, no quisieron continuar como evocaciones a deidades, porque la condición humana primaba en ellas, aunque atraparon enigmas y sensualidades de aquellas diosas, con la sensibilidad y el carisma que las caracteriza.
EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO
Ellas retaron a sus creadores, a partir de una comunicación de mentalidades, a encontrar la quintaesencia de su carácter, temperamento y apariencia. Les conminaron a profundizar en sus características, a recuperar el tiempo perdido que, en realidad, se iba tornando un tiempo ganado en matices, para develar las honduras de sus secretos y rasgos de sus personalidades, porque eran muchas sus diferencias entre sí.
El acercamiento era ostensible, eran casi ellas, pero todavía podían revelar sus intimidades en conversaciones secretas, abrir oídos y ojos a lo que miraban y aún no habían podido descifrar.
En aquellos momentos, ellas eran arquetipos de mitos y leyendas: princesas con rasgos de diosas.
SU REINO DE ESTE MUNDO
Y el milagro ocurrió cuando sus creadores visitaron el Museo del Prado de Madrid y se encontraron, frente a frente, con Las Meninas de Velásquez. Era como si les sonrieran y los invitaran a visitar y apropiarse de su reino de este mundo.
Así, ellos descubrieron una gestualidad, con claves secretas que habían pasado por alto, a través de un lenguaje misterioso de actitudes y poses. Comprendieron, entonces, que las Meninas poseían un mundo interior que encontraba ecos en el secreto de sus conversaciones gestuales, y requerían materiales muy alejados del iniciático papier maché.
TRAS LOS SECRETOS BIEN GUARDADOS
Se percataron que era imprescindible otorgar un giro en redondo a cuanto habían hecho hasta el momento, porque ellas –además de diosas y princesas- eran unas criaturas únicas, elegidas por un pintor que las convirtió en mujer enigma, en iconos con hilos de luz.
Y surgió la interrogante: ¿cómo darles vida a tales criaturas?
Tras muchos enigmas y tanteos, la respuesta fue llegando en una acumulación de materiales como celulosa, fragmentos de metal, pegamentos, barnices, elementos disímiles y algún que otro añadido, en el cual radica la esencia de su fórmula secreta.
Esa multitud de sustancias, formas y alusiones se amalgaman en lo que podría calificarse de técnica mixta en sus retratos corpóreos con sustancia de poesía que identifica a esas mujeres sin rostro, cuyos brazos se truncan antes de ser manos y que, sin embargo, adquieren poses velazquianas, pero, ante todo, muy cubanas, en sólidas esculturas, alejadas de aquella técnica, oculta entre recuerdos.
Ellas adquieren poses que les permiten dialogar entre sí, en tonalidades metálicas que fulguran resplandores. Pero ahora llegan las otras, quienes visten de un color imaginado, el llamado blanco antiguo, que adquiere elementos sui generis, como fragmentos de pretéritos encajes, de cuentas de collares, y todo se entreteje, como en el entramado de la túnica de un hada que vistiera una reina, entretejida en un telar, con aves que vuelan y flores que se abren en una primavera que vuelve al punto de una alquimia enterrada en el puente medieval/renacentista que requiere prácticas coincidentes con los hechiceros del siglo XXI.
PAS DE DEUX ENTRE IMAGINACIÓN Y FANTASÍA
Con la perfección que implica el acoplamiento de una pareja de bailarines en un pas de deux de la era romántica del ballet, la habilidad encuentra su partenaire en el rigor que hace impecable la factura.
En cada pieza escultórica está inscrita una historia de búsquedas e inspiraciones, en la obsesiva entrega a un oficio que es arte y lirismo, para otorgar una historia a cada protagonista de estas esculturas de tamaños disímiles, desde miniaturas, hasta cercanas a una talla humana, pero imbuidas de un refinamiento que denota la sublimación de lo exquisito en la cubanía, por el arte único del binomio Blasnel.
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