Una de las tantas veces que hablaba del sueño habanero —o las aspiraciones capitalinas de un periodista de provincia— con un buen amigo tunero, acabamos cayendo en representaciones cuasi filosóficas en las que nos imaginábamos a La Habana como unas de esas grandes damas, vestidas con trajes que vieron pasar sus mejores tiempos y que aún se resisten a caer en la cuenta de su verdadera edad.
Hablábamos de una ciudad bella que necesita de mucho trabajo y a la que le falta tiempo todavía para resanar heridas abiertas en paredes y estructuras que casi por obra de un milagro se mantienen todavía en pie. Tuvo sus épocas más negras hace unos años, pero hace ya más de 20 años, y gracias al empeño de unos cuantos paladines, trata de recuperar calle a calle su anterior lozanía.
Paso a paso, con labor de hormiga, la Oficina del Historiador trata de devolverle el pasado esplendor a la parte antigua de esta urbe capitalina. Esfuerzo que si bien no puede abarcar con su brazo protector a zonas que necesitan urgentemente de voluntades restauradoras, sí oxigena y rejuvenece muchos de los inmuebles que ayer se creían perdidos, abandonados a la desidia y la destrucción.
A 495 años de la fundación de La Habana, por cumplir este 16 de noviembre, Eusebio Leal y su guerrilla de restauradores, proyectistas, constructores, y promotores toman La Habana Vieja día tras día para arrebatarle a la desmemoria un centímetro a la vez.
“Hace muchos años , la inquietud, la vocación, nos movía a salvar lo que nos parecía lo más importante, que corría más riesgo, esto tenía como talón de Aquiles que una obra lo mismo podía aparecer en la calle Empedrado, en Tacón, que en la Plaza de Armas; y así entendimos que nunca lograríamos lo que hemos logrado hoy: una convicción que está en el corazón de todos los que habitamos esta metrópoli”, aseguró Leal, Historiador de la Ciudad y uno de los principales artífices del cambio de rostro de la antigua Villa de San Cristóbal de La Habana.
Durante un encuentro en el Palacio del Segundo Cabo, del que recién se han quitado las vallas protectoras que por años bloquearon su entrada a la vista pública, el doctor dio la bienvenida a la prensa y mostró lo realizado durante este 2014, un trabajo que “comenzó mucho antes”.
“Nadie enciende una luz para esconderla, sino para levantarla y que ilumine una sala oscura. Este año hemos terminado muchas obras hermosas. Ahí está el Teatro Martí, que ahora vemos su esplendor, pero quizá no recordemos las cuatro décadas que se mantuvo cerrado, periodo en el que no pocos perdieron las esperanzas. O el monumento a Calixto García, que ahora se puede ver tomado por parejas jóvenes que le dan vida, sentido”.
El Antiguo Almacén de la Madera y el Tabaco, hoy una cervecera que rivaliza con su antecesora de la Plaza Vieja; el Bodegón del Queso, el Sloppy Joe's Bar, la Tienda Trianón, el Café O'Reilly, el Museo Carlos J. Finlay, el complejo de viviendas Capdevila, en el municipio de Boyeros, las obras en el Capitolio Nacional, la inauguración del Mariposario de la Quinta de los Molinos, el Museo de Arte Colonial, el Bar Bigote de Gato y la rehabilitación de redes subterráneas, han sido de los más relevantes resultados de este año de labor.
“No sería comprensible lo que somos hoy sin tener idea de lo que fuimos ayer, por eso al restaurar estos hermosos monumentos, que se construyeron hace siglos, sentimos que la identidad es tan profunda como lo es en el universo maravilloso de la literatura, de la pintura, de la música, del teatro, de la danza”, aseguró Leal.
“Me complace pensar que los esfuerzos fundacionales de aquellos primeros habitantes de La Habana, cuyos restos encontramos en excavaciones arqueológicas del Palacio de los Capitanes Generales, no serán en vano. En el arca que encontramos, último reposo de las personas que levantaron esta urbe, quizá falta una inscripción que nos recuerde: ‘Hombre, polvo eres y en polvo te convertirás’. Pero lo que no se convirtió en polvo fue su ciudad. Aquí está con sus castillos, sus palacios, venida a menos en muchos lugares, en ruinas en otras, víctimas no pocas veces de la injuria, de la falta de cultura; pero viva, latente”.
“Me alegro de celebrar el 495 y no el aniversario 500 porque hay que dar una oportunidad para que en estos cinco años se haga un esfuerzo valeroso por la Habana , contra viento y marea, y que no puede ser solo el de pintar fachadas”, insistió.
“Yo particularmente me he opuesto siempre a eso, y le he pedido a mis colaboradores que no se dejen llevar por presiones ni entusiasmos para pintar fachadas, que serían sepulcros blanqueados, hay que venir de adentro hacia afuera, construir y reparar en serio”.
CONECTAR AL HABANERO CON EL MAR
El que pase por la populosa Avenida del Puerto no puede dejar de notar a los hombres que resisten nuestro sol invernal y se afanan en obras que se inician desde muy cerca de la Cámara de Rejas —el cubo iluminado que marca un hito en la ingeniería civil cubana— y recorren toda la arteria hasta la Alameda de Paula, que muy pronto cambiará su faz para bien.
Orlando Inclán, director de la Oficina de Urbanismo, explicó que además de las restauración del edificio multifamiliar Prácticos del Puerto y la rehabilitación de las redes soterradas, que comprenden comunicaciones, gas y electricidad; se trabaja en el separador que se establecerá frente a la Plaza de San Francisco de Asís —más conocida como “de las palomas”—, espacio público que se piensa extender hasta el mar con la construcción de una plataforma que le dará privilegios a los transeúntes.
Por otra parte, ya se labora también en el acoplamiento de un espigón flotante de más de 150 metros y unos 70 de profundidad, que correrá paralelo a la Alameda, en la que se restauran elementos del piso y se sustituyen en el caso que sea necesario.
“Esperamos que los habaneros ya puedan pasear por aquí a mediados de 2015. Lo que intentamos es recuperar esa relación tan estrecha que antes tuvimos con nuestro mar, con la bahía y también ofrecer un espacio de encuentro, de relajación, bello y nuestro”, dijo.
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