Hace apenas unos días, en este mismo espacio, intentamos enumerar evidencias de que las prolongadas manifestaciones violentas en Hong Kong forman parte de la estrategia desestabilizadora de la Casa Blanca contra China, uno de los más “formidables enemigos de Washington”, al decir de buena parte de los sectores norteamericanos de poder.
Y Donald Trump solo tardaría horas en corroborar nuestras afirmaciones, con la aprobación el pasado 21 de noviembre por ambas ramas del legislativo gringo (en una inusual coincidencia bipartidista bajo su mandato), de una Ley sobre Hong Kong que criminaliza la política de Beijing en ese territorio chino bajo control colonial británico hasta 1997.
Gemelos de los guarimberos venezolanos, los neofascistas ucranianos y los racistas de Bolivia, los “exaltados demócratas hongkoneses” se han convertido de la noche a la mañana para el mundo mediático hegemónico en luchadores por la libertad, amantes de la independencia, y decididos defensores de los derechos humanos, valores “conculcados por la injerencia china”.
Y así, casi textualmente, lo hace constar el proyecto de ley votado por el Congreso a propuestas de la Oficina Oval, y que establece, entre otras cosas, que Washington certifique y califique anualmente la evolución de la defensa de las prerrogativas ciudadanas en esa región china, y tenga plenas facultades para sancionar a funcionarios locales o de la administración de Beijing en caso de una evaluación negativa.
Es, decía sobre la Ley la líder congresional demócrata Nancy Pelosi, “la renovación del compromiso de los Estados Unidos con las personas amantes de la libertad en Hong Kong y con su lucha para lograrla”.
Mientras, un Trump menos retórico, confesaba que la ley responde directamente al interés oficial gringo de presionar a Beijing por lo que califica de “falta de avances” en la concreción de “acuerdos satisfactorios” que pongan fin a la guerra comercial bilateral originada por la Casa Blanca al aplicar masivas alzas de aranceles a las importaciones desde China, a tono con las aspiraciones hegemonistas de la administración que encabeza.
Desde luego, las inconsistencias y dobleces saltan a la vista. Hong Kong es parte inalienable de China, y está adscrita a la autoridad de esa nación bajo los términos de la pragmática política de “un país dos sistemas”, que procura una integración respetuosa, pausada y mutuamente ventajosa de los territorios chinos ex coloniales.
De manera que el término “injerencia externa” es tan inválido en el caso, como si, por ejemplo, alguien negara a Washington el actuar en resguardo de la ley en Boston, Atlanta o Nueva York.
Se trata, por tanto, de un asunto de total índole interno para China, y en todo caso la única intromisión procede del exterior, con la actividad subversiva ya reiteradamente denunciada de diplomáticos gringos y de otras naciones occidentales radicados en Hong Kong, encargados de brindar dinero, recursos y asesoramiento a los segmentos violentos hongkoneses que siembran el caos y la inseguridad a la usanza de sus similares en América Latina, Europa u Oriente Medio.
Beijing ha reaccionado de manera tajante, y –según agencias de prensa-de inmediato, el vicecanciller Ma Zhaoxu, presentó una queja formal ante la embajada de Estados Unidos y exigió frenar el proyecto de ley. Además, citó al ministro consejero de esa misión diplomática, William Klein, para protestar verbalmente, y urgió “a evitar que la iniciativa se convierta en legislación”, porque de suceder lo contrario Beijing “se verá obligado a tomar contramedidas y Washington sufrirá las consecuencias.”
Y a escala oficial más alta, el titular chino de exteriores, Wang Yi, precisó que con esa titulada ley la Casa Blanca solo alienta a los grupos violentos de Hong Kong y ataca la política de “un país dos sistemas”, a la vez que oscurece todavía más las posibilidades de entendimiento con el gigante asiático, una afirmación esta última que ha encendido las luces de alarma entre entidades económicas globales seriamente preocupadas por los negativos efectos que ya se observan a escala mundial derivados de la guerra comercial decretada por Donald Trump contra China.
Así, el Fondo Monetario Internacional, FMI, y la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, OCDE, vaticinaron que la disputa provocada por la Casa Blanca puede imponer pérdidas de 700 mil millones de dólares al comercio internacional hasta 2020, y ralentizar severamente el ritmo de crecimiento de la economía a escala planetaria.
RRMH
26/11/19 13:55
Una buena opción sería que China aprobara una Ley sobre la Independencia de Puerto Rico, salvando la distancia y circunstancias históricas, ya que PR con lo de Estado Libre Asociado sí lo convirtieron en colonia.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.