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miércoles, 30 de octubre de 2024

Entre Dios y el diablo

Alemania pacta con Washington para poner a funcionar al estratégico gasoducto Nord Stream 2 junto a Rusia...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 26/07/2021
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Angela Merker_Biden
Berlín y Washington anuncian el acuerdo sobre el Nord Stream 2. Biden simula satisfacción y Merkel no puede esconder el fastidio.

Europa sigue dando lamentables muestras de su incapacidad para, en un nuevo tiempo global, edificar su propia ruta geopolítica y recolocarse como un colectivo de naciones influyentes y con criterio y derroteros propios.

Tocó ahora el turno a la canciller alemana, Angela Merkel, de subrayar el dictado de que el otrora sobresaliente y decisivo Viejo Mundo deba congeniar primero con su pretendido socio mayor para atreverse incluso a asumir proyectos que le deparen claros y fuertes beneficios.

Así, en medio de las disputas y amenazas norteamericanas por la construcción y explotación conjunta —entre Berlín y Moscú— del gasoducto Nord Stream 2 a través del Mar Báltico, la titular viajó a Washington para solicitar el beneplácito oficial gringo ante la cercana entrada en servicio del largo entramado de tuberías que duplicará los suministros de gas ruso a Alemania y otras naciones eurooccidentales.

Para la Casa Blanca la culminación de la obra permitiría al “tremebundo” Vladímir Putin jugar al “chantaje energético” con el resto de Europa y contar con un instrumento económico contra Ucrania y otros países fronterizos aliados de los Estados Unidos por cuyos territorios hoy Rusia remite parte de sus ventas de gas al Oeste.

Sin embargo, según no pocos analistas, tales “preocupaciones” gringas huelen más a coacción que a realidad, toda vez que, mientras ha perseguido y saboteado al Nord Stream 2, ha intentado Washington imponer a sus “socios” de ultramar la compra de gas estadounidense, que por la lejanía geográfica y su transporte por fletes marítimos, tendría un precio mucho más alto para los europeos que los inmediatos energéticos rusos.

El hecho es que, si bien no pudo frenar la puesta en marcha del nuevo gasoducto para fecha próxima, Joe Biden, aún en medio de las críticas republicanas por su “flojera” sobre tan “extraordinario asunto”, simuló aires triunfales luego de que Berlín anunció el compromiso de sancionar a Moscú si los suministros de gas son utilizados como “medios de presión” por el Kremlin.

A la vez, la Merkel se comprometió a dialogar con Rusia para que prolongue el acuerdo con Ucrania que regula el tránsito de energéticos rusos por esa nación, tratado que vence en 2024 y que le aporta miles de millones de dólares anuales en ganancias al gobierno de Kiev.

Por su parte, relatan agencias de prensa, y en un diálogo telefónico relativo a este “entendimiento” germano-gringo, el presidente Vladímir Putin manifestó a la canciller germana su satisfacción por la finalización del Nord Stream 2, aun cuando desde otras instancias de gobierno hubo rechazo inmediato a la pretendida posible “imposición de sanciones” al gigante euroasiático, para el cual el ejercicio de un titulado “chantaje energético” nunca ha sido ni será una práctica política.

Mientras, en torno a la extensión del protocolo con Ucrania, todo se reduce a evaluar costos y beneficios, dijeron escuetamente funcionarios rusos.

Lo cierto es que, desde el punto de vista estratégico, y a pesar de las dubitaciones germanas, los Estados Unidos no pudo finalmente tronchar la apertura del nuevo gasoducto por la ruta del Báltico, aunque no es descartable ni mucho menos que intente utilizarlo como un nuevo elemento de fricción y agresividad contra Rusia.

En cuanto a Berlín y las empresas energéticas eurooccidentales comprometidas con la obra (la francesa Engie, la austríaca OMV, la británica Shell y las alemanas Uniper y Wintershall DEA), seguramente es hora de un respiro y de pensar remedios inmediatos ante cualquier antojo malsano de un “partner” tan egocéntrico como la claque hegemonista norteamericana.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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