La dimisión de la hasta entonces primer ministro británica Theresa May, como consecuencia de la tercera negativa parlamentaria respecto al acuerdo aprobado entre el gobierno y la Unión Europea (EU) para concebir la salida de Gran Bretaña de dicha comunidad política, trajo consigo la aparición del controversial Alexander Boris de Pfeffel Johnson, en calidad de nuevo protagonista de una puesta en escena de por sí compleja.
Si con el llamado “Brexit ordenado” May pretendía a partir del venidero 31 de octubre impulsar al Reino Unido hacia un periodo de transición de 21 meses, donde se negociarían las pautas de una nueva relación con la UE haciendo el mínimo ruido posible, con el nuevo inquilino de Downing Street se espera una marcha definitiva y escabrosa.
La inconformidad del novel mandatario conservador con el pacto alcanzado y la negativa de la recién electa presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de renegociar, por defecto causaría lo que se ha calificado como “Brexit duro”.
Ante este panorama, Boris Johnson ya formó un gabinete gubernamental repleto de brexiteers de tendencia radical. Decisión que pudiera responder a la idea de forzar unas elecciones anticipadas ante el posible bloqueo del Parlamento a la opción extrema del no deal.
De hecho, correspondería a las pretensiones de aprobar un presupuesto de emergencia para la ruptura con Bruselas y de impulsar al mismo tiempo una campaña de información que intente mitigar el impacto de tan abrupto cambio. Pero, ¿cuáles pudieran ser las repercusiones de un Brexit sin arreglo?
Quizás la trascendencia más crítica se halle en los temas fronterizos de las islas de Irlanda e Irlanda del Norte. Pues aunque desde 1998 se contempla la ausencia de barreras físicas entre estos dos países gracias al tratado de paz de Viernes Santo, firmado en Belfast, la situación cambiaría radicalmente. Ambas naciones quedarían en regímenes distintos y resultaría inevitable la presencia de un límite real que entorpezca sobremanera el fluido movimiento comercial.
En una entrevista concebida recientemente al diario La Razón, el profesor de la Queen´s University de Belsaft,Cathal McCall, explicó que además de afectar de manera excesiva la economía norirlandesa—al punto de llegar a convertirla en un caos— el simbolismo de una frontera con checkpoints, inspecciones y aduanas perjudicaría el proceso de paz al que se llegó luego de tres décadas de sangrienta hostilidad.
Todo esto, en medio de un contexto matizado por las gestiones del premier inglés para sentar en la misma mesa a las principales figuras del Partido Unionista Democrático y a los republicanos de Sin Féin, incapaces de formar coalición desde las elecciones de marzo de 2017. Por lo que aún se mantiene la posibilidad de aplicar un gobierno directo en Irlanda del Norte si persiste el vacío de poder.
Entre abucheos, amenazas de disturbios y posturas oficiales, Escocia también manifestó su inconformidad con la estrategia empleada para conseguir la desvinculación de la UE. Las autoridades escocesas, las mismas que hace tres años exhibieron su oposición al Brexit en el referéndum realizado, temen a un catastrófico declive mercantil. Idea que reaviva la pretensión de otra consulta popular sobre la independencia, rechazada por los votantes en 2014.
Según el diario estadounidense The New York Times, las encuestan indican que el independentismo vuelve a estar en alza. Por eso, la ministra principal, Nicola Sturgeo, ya solicitó un plebiscito antes de 2021 y afirmó haber dejado bien claro su rotundo desacuerdo con el programa de la administración Johnson.
Por si fuera poco, el forzado desmembramiento, además de la inmediata separación de instituciones como la Corte Europea de Justicia y la Europol, traería consigo la supeditación a las normas impuestas por la Organización Mundial del Comercio. Es decir, el establecimiento de aranceles para los productos británicos que se vendan en Europa y viceversa; aun cuando se anunció que en un principio se dejarían de aplicar tarifas en el 87 por ciento de las mercancías procedentes del Viejo Continente para evitar embotellamientos en los puertos y amortiguar el cambio. Sin mencionar la automática pérdida de acceso al mercado único de la UE y su mano de obra.
Una y otra vez Jonhnson asegura que se han hiperbolizado deliberadamente las consecuencias de una marcha si convenio, pero la realidad indica que ni siquiera el propio gobernante conoce a ciencia cierta el futuro desenlace de un proceso antojado indescifrable.
Ray
15/8/19 14:12
Se que no lo publicarán, ya he enviado dos y han corrido esa suerte. Conocen del error y ni siquiera lo rectifican, asi los no muy duchos en geografía continuarán pensando que exísten dos islas al oeste de la Gran Bretaña, Irlanda e Irlanda del Norte, cuando en realidad son una sola isla dividida entre la República de Irlanda y el Ulster o Irlanda del Norte perteneciente al Reino Univo de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Que pena que sean tan poco receptivos y que ni siquieran admitan los errores, eso dice mucho de ustedes.
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