La reciente decisión de extender el mandato de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (Minusca), constituye otro paso para alejar del abismo a ese país.
Uno de los objetivos planteados para ese contingente multinacional que actúa en la República Centroafricana (RCA) es proveerla de seguridad y tranquilidad, tras permanecer agitada en las dos últimas décadas por una letal lucha por el poder, que incluyó golpes de Estado y una peligrosa emergencia de facciones armadas de base confesional.
Aún hoy en la RCA no se logró limar totalmente las ásperas contradicciones entre comunidades, ni entre formaciones políticas asociadas a estas y persisten las adversidades originadas durante la repartición colonial en el siglo XIX de ese territorio sin salida al mar, pero con un importante recurso fluvial, el río Oubangui (o Ubangui).
En una de las orillas de ese afluente hace 130 años se comenzó a construir la ciudad que posteriormente sería la capital de ese Estado africano francófono, Bangui, escenario en muchas oportunidades de la disputa política, en la cual participaron en diversos momentos componentes extranjeros.
La Minusca es tal vez una versión útil de la presencia foránea, aunque sin reservarle totalmente el papel de salvadora imprescindible, pues para tal conciliación se requiere fortalecer el entendimiento y el compromiso entre las partes aún en pugna, la cual se reprodujo una y mil veces desde 2013, por citar una fecha cercana.
En aquel año el cambio de administración profundizó la crisis estructural en República Centroafricana hasta el punto de que organizaciones y organismos internacionales, consideraron que se acercaba la ejecución de un genocidio, que además del dilema étnico incluía el tema de las alianzas sobre filiaciones religiosas.
La pertinaz situación de “ni paz ni guerra”, generó un escenario que combinaba la firma de pactos y ruptura de treguas, y la acumulación de problemas en un país necesitado de ayuda humanitaria, aunque rico en maderas y minerales, donde es clave la explotación de filones de oro, así como de los yacimientos de diamantes y de uranio.
Tales riquezas –además de las grandes corporaciones- fueron objetivo inmediato de la insurgencia ya milicianos de confesión cristiana (antiBalaka) o de credo islámicos concentrados en Seleka (alianza), que en diversos momentos optaron por proclamarse como “el orden y la autoridad”, mientras que la sangre corría en la RCA.
No hubo respeto por la vida, se aniquilaron lugares que se consideraban santuarios de la convivencia, no hubo templo ni misionero a salvo, todo quedó sujeto a la violencia y el terror, resumían medios de prensa respecto a la convulsa etapa.
En principio, Seleka aventajó en tiempo y acciones a los otros, por lo cual pudo sentar por un corto tiempo en la tambaleante jefatura del Estado a su jefe, Michel Djotodia, a quien el auditorio africano no le concedía la legitimad requerida para un gobernante y Occidente prefería mantenerlo en observación.
Desde ese ángulo la renuncia de Djotodia a la presidencia en enero de 2014, cerró una etapa de tensiones, pero no totalmente, pues el Estado –con sus dificultades a cuesta- enfrentó una transición marcada por la prioridad de fortalecer las estructuras del poder a fin de extender la autoridad y recuperar la gobernabilidad perdida.
Esa labor pasó a cumplirla primero y por 10 días Alexandre-Ferdinand Nguendet, a quien sustituyó Catherine Samba-Panza, exalcaldesa de Bangui, en calidad de presidenta interina, quien además de enfrentar la rebelión se propuso celebrar elecciones presidenciales a finales de 2014.
“Hacia finales de enero de 2014, los representantes del gobierno de transición centroafricano elevaron la solicitud al secretario general(de ONU) para un despliegue rápido de los medios y efectivos necesarios para el control de la crisis y del proceso de desarme, desmovilización, reintegración y repatriación”, recuerda Paula Martín.
La decisión de extender el mandato de la Minusca, amplía la actividad de esta hasta el 15 de noviembre del próximo año. La Misión deberáauxiliar a las autoridades del país en la preparación y desarrollo del proceso electoral 2020-2021, que incluye consultas presidenciales, legislativas y locales.
Es decir, es vasto el papel del contingente, no sólo en lo referente a seguridad de la ciudadanía y de la estructura gubernamental para que pueda regir, sino que se trata del complejo tema de la transición, el cual coloca en la palestra la interrogante de si basta con el retorno a una normalidad institucional vigilada para hablar de estabilidad real.
Mientras los esfuerzos nacionales e internacionales prosiguen para reformar la rutina de la República Centroafricana, la paz continúa siendo un anhelo que en ocasiones se antoja muy cercana y otras parece que se distancia, lo cual multiplica la incertidumbre y reduce la certeza.
De hecho, alcanzar la tranquilidad es una necesidad para la convivencia en la RCA, pero como se observa la realización de algunos de sus planes contará con el respaldo activo de la Minusca, al menos los nacionales tienen un año más para enderezar al país, un examen que no deben suspender para no seguir embargando el futuro.
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