“Morir por la Patria es vivir”, fue la única frase que lograron arrancar a Haydee Santamaría, cuando le mostraron un ojo de su hermano Abel Santamaría y los restos de los genitales de su novio, Boris Luis Santa Coloma.
Antes, su hermano le había dicho: ‘’Después de esto es más difícil vivir que morir, por lo tanto, tienes que ser más valiente tú que nosotros, porque nosotros vamos a morir y ustedes, Melba y Haydee, tienen que vivir.”
Son muchas las historias de los participantes en los Asaltos a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Cubahora comparte varios testimonios de aquellos valerosos jóvenes que sacrificaron su vida por el ideal de la libertad para Cuba:
Fernando Chenard:
Dijo a su hermana: “Si yo me salvo y esto se pierde, puedes ponerte luto. Si yo muero y esto se salva, vístete de rojo, que ha triunfado la Patria”.
Manuel y Virgilio, los hermanos Gómez Reyes:
El 24 de julio, Manuel llamó a uno de sus hermanos y le comunicó que el momento había llegado, que partían con rumbo desconocido. Le dio algunas instrucciones por si no regresaba. Sin un asomo de nerviosismo, su única preocupación era abandonar a sus familiares sin poder decirles cuál era su destino.
Virgilio por su parte, abrazó y besó por última vez a sus hijos y esposa. Luego marchó a reunirse con sus compañeros en el parque Martí, en La Habana, desde donde emprendieron viaje hasta la capital santiaguera.
Marcos Martí Rodríguez:
Participó en el Asalto con solo un viejo revolver calibre 44 y unas pocas balas. Logró escapar junto a Ciro Redondo y Julito Díaz. Llegaron a un bohío donde se quedó Julito. El plan era dispersarse. Marcos y Ciro decidieron buscar refugio en otro lugar, así llegaron al poblado del Caney. Un adolescente los vio y avisó en su casa. Ellos se identificaron y fueron protegidos. Se les buscó refugio en una cueva cercana, a donde el adolescente que los encontró les llevaba comida. Allí estuvieron hasta que un chivato los delató y fueron sorprendidos y detenidos el jueves 30 de julio, por la mañana. El carácter de Marcos no lo detenía y le dice a uno de los soldados- ¿Cómo tú tiemblas, si llevas armas? Este le dispara un tiro en la espalda y, ya en el suelo, lo rematan con más descargas.
Guillermo Granados:
“Cuídalo bien para que si yo muero, te quede otro Guillermo que haga por ti”. Esto dijo a su esposa Iraida Moreno, cuando besaba al pequeño Guillermito de solo 11 meses. Guillermo Granado formó parte del grupo que atacó al Moncada y fue herido al iniciarse el combate. Fidel Labrador trató de ayudarlo a incorporarse, cuando nuevas ráfagas de balas fueron dirigidas hacia ellos. Labrador fue herido en un ojo, y tuvo que replegarse. No supo más de Guillermo. Su nombre apareció después en la lista de los muertos en combate.
José de Jesús Madera:
“Va a pasar algo grande. No sé si regrese o no”. Así le dijo el joven de 17 años a su familia, antes de partir hacia Santiago. A José se le había orientado que para el viaje debía vestirse lo mejor posible. Pero era pobre y no tenía dinero, y aquel día se vio en la situación de tener sus únicos zapatos de salir en muy malas condiciones, por lo que fue necesario hacerles una urgente reparación. Como era joven que le gustaba bailar y solía concurrir a fiestas con sus amigos, a nadie extrañó verlo salir de su casa aquel viernes 24 de julio, a las 6 pm, rumbo al parque Trillo, en la capital cubana. Madera logró escapar tras el Asalto al Moncada, y llegar a la finca de los Castro Ruz, en Birán, donde Ramón Castro les ofreció refugio, ropas y dinero para facilitarles su propósito de regresar a La Habana. En Alto Cedro fue apresado y trasladado a Santiago de Cuba. Después de ser sometido a torturas fue asesinado.
Julio M. Reyes:
En la granjita Siboney, este joven matancero fue destinado a la acción del hospital Saturnino Lora, dirigida por Abel Santamaría. Junto a él viajaron en el mismo auto Haydée, Melba, Raúl Gómez García y el doctor Mario Muñoz. Fue herido levemente durante el combate. Luego, delatado cobardemente, fue identificado por los esbirros y asesinado por la espalda.
Miguel Ángel Oramas:
Cayó combatiendo en el ataque al Cuartel Moncada, mientras cubría la retirada de sus compañeros aquel amanecer de julio de 1953. Solo tenía 21 años y en realidad resultaba difícil imaginar aquel joven tranquilo y serio que trabajaba en el laboratorio fotográfico de Fernando Chenard, en una acción de aquellas dimensiones.
Ismael Ricardo:
Joven campesino de 23 años, conocía la dureza del trabajo por su acción constante bajo el sol, y también la miseria de los campesinos asalariados, que pasaban hambre la mayoría de los meses del año. Formó parte de la legión de asaltantes del Moncada procedentes de Artemisa. Semanas después del asalto, su nombre apareció entre la lista de “muertos en combate” ofrecida por la tiranía.
En su finca, algunas palmas sirvieron para las prácticas de tiro del grupo de amigos, entre ellos Ramiro Valdés, Ciro Redondo, Julio Díaz, Rigoberto Cacho, entre otros.
El día 24 de julio le dijo a la madre:
“Me voy con Ciro a Varadero, no llegaré hasta el domingo”. Ya cuando disponía a montarse en el caballo, se volvió a la madre para advertirle: “Pon el radio, el noticiero, a las 6 am. No vaya a ser que haya huelga, o cualquier cosa y te agarre por La Habana”.
Al día siguiente del asalto, los padres escucharon que Ismael estaba herido en el brazo derecho y detenido junto a otros 6 artemiseños. El 18 de agosto salió la información en el periódico, de que Ismael había muerto en el asalto. Nunca se logró saber dónde fue enterrado.
*Testimonios que aparecieron publicados en el periódico Granma, en Marzo de 1973
Mercy
25/7/13 10:43
¡Qué fuerte!!! Sí, Morir por la patria es vivir... Y vivir por y para la patria también es vivir!!
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