No conozco a nadie que no le guste la playa, al menos a ningún cubano. El hecho de vivir en una isla —en esta Isla—, brinda un plus a ese sentimiento que se tiene por las costas.
Es por ello que a las limpiezas voluntarias de las costas que organiza el proyecto Oasis nunca le falta personal. Tanto dentro del agua, a metros de profundidad, como en el calor de la arena, realizan una recogida exhaustiva de desechos; entre los que destacan tela, cristal, latas por cantidades industriales, y algún que otro residuo fuera de lo común.
En las playas de La Habana, equipados con un par de guantes, protector solar y ganas de hacerle bien al mundo, muchachos y muchachas, hombres y mujeres, y en su más reciente recogida –la primera del año– niños y niñas velan por el bienestar del ecosistema marino.
Asimismo, Oasis, mediante diversas colaboraciones con proyectos como Los colores de Isa, especializado en la atención a infantes, o Innovarte, que se centra en brindarle una segunda vida a los objetos a través del reciclaje, con cuidado se clasifica la basura para luego reenviarla a materia prima.
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Toda la información contabilizada en las limpiezas es compartida con el Centro de Investigaciones Pesqueras (CIP), para analizar la situación de los microplásticos en nuestras costas. «Los microplásticos forman parte del cerebro de los peces y el estómago de los corales, a su vez, forman parte de la cadena alimenticia del hombre», según la investigadora marina Patricia González.
Y es que el cuidado del medio ambiente es asunto de todos, de Erika que vivía cerca y le preocupaba el bienestar de su zona, de los muchachos de Innovarte que vinieron desde Matanzas, de aquella pareja de Guanabacoa que hasta realizó inmersión para purificar las profundidades marinas con el pretexto: ¿si no lo hacemos nosotros? ¿Quién lo hará?
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