//

martes, 1 de abril de 2025

Es imposible huir de las Islas”

Epístolas Insulares: libro de poesía de Nelton Pérez es un libro raro, sencillo, y oscuro porque algo esconde la sombra de un dolor....

Julio Cesar Sánchez Guerra en Exclusivo 24/02/2025
0 comentarios
Es imposible huir de las Islas”
Es imposible huir de las Islas”

Tengo ante mis ojos un libro de poesía de Nelton Pérez: Epístolas Insulares, premio Paco Mir 2004; es un libro raro, sencillo, y oscuro porque algo esconde la sombra de un dolor.

Estamos ante una escritura que desparrama poesía por todos los poros, prosa y juntura con el verso que se inscribe dentro de las venas de la narrativa misma, como si todos los géneros se apretaran en el verbo.

Hay un ritmo de dolores hirientes de la soledad, y de pronto salta la pregunta como si anduviera rampa arriba o abajo: ¿ha visto alguien la heladería Coppelia un lunes?

Solo el verbo fiestea en toda su majestad, y la muerte no se anuncia en París, sino en esa isla caracol sobre la espalda: “Fosilizo. Vegeto. Insularizo. Muero. Y de algún modo es palpable ese me voy. Tal vez un día jueves, César, moriré en mi Isla flagelado por piedras, palos y sogas”

Estas epístolas tienden un extrañísimo puente para dialogar en silencio luminoso con Whitman,  Vallejo,    Paul Eluard, Sor Juana Inés, Borges, Cortázar, el gordo Lezama, o Rafael Alcides. También desfilan, sin harapos ni medallas, los poetas que sembraron alguna magnolia en la Isla de Pinos: Paco Mir, Ian, Víctor Hugo, MonchyFont, Manolito Guillén,  Rafael Carballosa y la lectura en medio de la calle, donde el poema se bate entre la gente que pasa indiferente, y el camión de huesos que provoca la estampida alimentaria.

Y cuando la poesía de este libro llega al vientre, casi a mitad del cuerpo,  viene casi en puntillas de pie, la epístola a la Isla vieja de pinos, y nueva de amores. Es la historia del desamor hasta el amor por una isla donde no hay tomeguines, ni trenes ni guarapo. Pero es imposible huir de las Islas, pisar el continente y perder el aro invisible  que llevan las cabezas insulares de viejas raíces y atuendos. 

Y cuando el poeta escribe esto, parecido al anti poema: “Mi padre no sembró cítricos, pero aprendió a cocer la cerámica en que almuerzo y defeco mi futuro de hombre”; leo y pienso, sin  la urgencia de alegrarme por el canario amarillo, en la fuente de Marcel Duchamp ¡Hay tanto arte en el urinario de porcelana bocarriba!

En medio del silencio o la algazara, entonces estos versos tiernos y crujientes bajo la lengua del tiempo: Diana lee y amamanta al hijo / y otra vez… / sus senos irradian toda la luz tibia / los barrotes insulares / y la vejez que nos alcanza”

Y en este libro, nadie quiere que le roben al poeta la risa, ni los sueños, ni la ironía, pero qué dolor se aferra al riñón izquierdo cuando un hijo conoce al fin la nieve, y nos deja la agonía de ser abuelo desde lejos.

Epístolas Insulares, cartas desde una isla, la nieve, la ventana, el mes de abril, o desde  la fiebre del poeta, es la soltura de las hojas,desde el Monje Trimenio, ocultista del siglo XV, hasta la pregunta por el corazón de Ana que llena el cuarto de violines.

Los hombres suelen engañar a las palomas y por eso, queda sobre la mesa la pregunta a una mujer: “¿Quién asume que ambos no somos como las palomas y que es Dios el que te escribe.

Ya se va el barco, el pájaro o el mensajero, lleva en la garganta el poema roto, el otoño que deja el camino abierto, el verbo, alumbraíto de luna, ese farol de Dios que nos cae en las costillas.  


Compartir

Julio Cesar Sánchez Guerra

Pinero de corazón. Pilonero de nacimiento. Cubano 100 por ciento. También vengo de todas partes y hacia todas partes voy. Practicante ferviente de la fe martiana. Apasionado por la historia, la filosofía y la poesía.


Deja tu comentario

Condición de protección de datos