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miércoles, 20 de noviembre de 2024

Cambio climático: entre profecías y pronósticos

Profecías de diversas culturas alertan sobre el fin del mundo y no pocos han encontrado en ellas un presagio del camino que lleva la humanidad si no toma medidas a tiempo ante el avance del cambio climático...

José Armando Fernández Salazar en Exclusivo 13/09/2018
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En abril de 2017 comenzó a implementarse el Plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático, la Tarea Vida.

El 2035 pudiera ser un año definitorio para la raza humana. La predicción no ha salido de una de las profecías de Nostradamus, sino de un acucioso estudio publicado recientemente por la revista de la Unión Europea de Geociencias Earth System Dynamics. Dicha investigación sitúa en esa fecha el punto de no retorno para frenar el cambio climático.

El profesor Henk Dijkstra, de la Universidad de Utrecht (Países Bajos), es uno de los autores del artículo, en el que también colaboraron científicos del Reino Unido, quienes alertan sobre la necesidad de tomar medidas enérgicas para detener la emisión de gases contaminantes y limitar el calentamiento global por debajo de dos grados Celsius en 2100, el principal objetivo de los Acuerdos de París.

Dijkstra ha dicho a la prensa que el punto de no retorno o plazo para la acción climática es el último año posible para comenzar a reducir fuertemente las emisiones de gases de efecto invernadero antes de que sea demasiado tarde para evitar un peligroso cambio climático. Y esa fecha se sitúa en 2035.

Pero ¿por qué es tan importante mantener por debajo de dos grados Celsius la temperatura de la Tierra para 2100, con respecto a la existente antes de la revolución industrial? De no lograrlo, lo que los expertos llaman el Macro-Sistema Climático no podrá reaccionar ante el avance del cambio climático (mayores concentraciones de CO2 e incremento de las temperaturas) por lo que será inevitable que el mar siga ascendiendo a un ritmo de 2 a 2,4 metros por cada grado Celsius que aumente la temperatura global.

Las consecuencias de este fenómeno ya pueden advertirse en varios países, fundamentalmente pequeños estados insulares. Un estudio del Programa de Investigación de EE. UU. sobre el Cambio Climático Global, publicado en 2017, evidenció que desde 1900 el nivel del mar se ha elevado entre 14 y 18 centímetros, con la mitad de esa elevación ocurrida desde 1993 hasta la fecha. Las regiones más afectadas son el Caribe, Sudamérica, el sudeste asiático y el Pacífico.

Allí también es donde se ha apreciado un clima más extremo. Los huracanes o tifones de gran intensidad dan paso a largos períodos de sequía, provocando daños en la biodiversidad y el colapso de la infraestructura de servicios a la población. El agua, los bosques y los suelos ya muestran evidencia del cambio climático y son precisamente los países en vías de desarrollo los principales afectados, aunque no han sido los principales responsables de esta situación.

La concentración mundial de CO2 actual es semejante a la que existía en la Tierra cuando por ella caminaban los dinosaurios, y existe el peligro de que continúe aumentando. La mayor parte de las emisiones provienen de los países altamente industrializados, quienes exigen aplicar medidas a los del Tercer Mundo aunque no comparten las tecnologías necesarias para ello.

Las contradicciones que emanan de esta realidad llevaron casi al fracaso la Cumbre de París, cuyo protocolo, vigente desde 2016, significó un importante paso en el consenso mundial para revertir la situación. Sin embargo, el abandono de EE. UU., uno de los principales contaminantes, ha puesto a caminar por la cuerda floja los acuerdos suscritos.

En ese contexto, Cuba enfrenta los desafíos del cambio climático consciente de que su condición insular, su ubicación geográfica y los retos económicos que le circundan se convierten en agravantes de esta carrera contra el tiempo. Por ello, en abril de 2017 comenzó a implementarse el Plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático, la Tarea Vida.

Un grupo de científicos e instituciones especializadas realizó un diagnóstico de las principales amenazas del archipiélago, entre las que se encuentra el aumento del nivel del mar, las inundaciones costeras ocasionadas por fenómenos meteorológicos extremos y el impacto de la sequía y la consecuente degradación de los suelos.

Se trata de un plan millonario en el que se han incluido acciones como la recuperación de las playas arenosas, los arrecifes y los mangles; al mismo tiempo que se perfeccionan sistemas de tratamiento de residuales, se acomete la reforestación y el reordenamiento territorial.

El país, a pesar del asedio de instrumentos extraterritoriales como el bloqueo que le impone EE. UU., desarrolla un programa para cambiar su matriz energética y elevarla al 24 por ciento del total a generar mediante la instalación de parques solares y eólicos y el uso de la biomasa.

Al mismo tiempo se implementan medidas para la mitigación de este fenómeno, como la construcción de obras hidráulicas para proteger las cuencas subterráneas ante el avance de la intrusión salina o la instalación de plantas desalinizadoras, así como el mejoramiento de sistemas de riego o la construcción de viviendas más resistentes a los huracanes.

Este plan no escapa a los obstáculos que imponen las restricciones económicas del país e, incluso, a la propia falta de percepción de riesgo, que en ocasiones impide un enfoque ambiental integral en la toma de decisiones. ¿Cómo se explica que a pesar de los estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo estos no siempre se tienen en cuenta para desarrollar inversiones?

Profecías de diversas culturas alertan sobre el fin del mundo. No pocos han encontrado en ellas un presagio del camino que lleva la humanidad si no toma medidas a tiempo ante el avance del cambio climático. Esas creencias ahora se han convertido en pronósticos sobre la base de evidencias científicas. Las experiencias de Cuba demuestran que, más allá de los intereses o recursos económicos, se precisa una voluntad política y una conciencia ambiental en la población para lograr el cambio, no climático, sino en el actuar de las personas.

El 2035 pudiera ser un año definitorio para la raza humana: el de la salvación o la extinción, depende de nosotros darle un final feliz a esa historia.


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José Armando Fernández Salazar

Para mí no hay nada mejor que estar con los que quiero, riendo y escuchando a los Beatles


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