En la mitología griega, Cassandra fue una sacerdotisa del dios Apolo, que pactó con él, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. En Cautiva, la última producción cinematográfica del director canadiense de origen armenio Atom Egoyan, Cassandra fue una niña canadiense, que tuvo la mala suerte de ser secuestrada por un grupo de pedófilos. Los padres de la pequeña no necesitaron el don de la profecía para adivinar, para ellos, un futuro lleno de dolor y de culpa, y para su hija, experiencias demasiado difíciles de asimilar como para nombrar en voz alta.
Aunque en el filme no se muestran explícitamente, los encuentros carnales, la violación física y psicológica es algo subyacente cuando esta niña reaparece, ocho años después, mostrando un claro síndrome de Estocolmo: la policía encuentra a la ya adolescente Cassandra intentando atraer a más niños a la red de sus secuestradores.
“Ese es el tipo de persona en el que se ha convertido nuestra hija” dice la madre (Mireille Enos). Egoyan se encarga de tocar algunas —muy abrasadoras— posibles secuelas de un rapto infantil. Entre las consecuencias irreversibles: las vivencias que pudieron haber traumado a la secuestrada, como causa; y los posibles caminos de su futuro, aún después de liberada y devuelta a sus padres, como efecto. Incluso bajo la caída de los créditos, el espectador se queda vaticinando el destino de esta niña, devenida mujer bajo la dudosa crianza de su raptor. Hay ocasiones en las que, como la mitológica Cassandra, los humanos tienen el don de la profecía.
Desde los años ochenta —con su ópera prima Next of Kin (1984), luego con Exótica (1994), y en general durante toda su filmografía— Egoyan ha manifestado preocupación por temas candentes de la sociedad actual, como son la alienación, la soledad y la capacidad de los seres humanos de hacerse daños unos a otros. Pero es en El dulce porvenir (1997) donde se encuentra el precedente de Cautiva. Tanto la primera cinta como la segunda exploran los sentimientos de culpabilidad y angustia extrema y desconsolada.
Aunque tiene varios requisitos para el éxito —un autor consagrado, un tema candente— Cautiva no llega a ser una obra trascendente, como sí lo fueron las anteriores propuestas de este director. Posee todas las características narrativas que ya habían situado a Egoyan en un panorama internacional, pero muestra una estructura dramática con exceso de tropos y elipsis, en la que se viaja del pasado al presente sin demasiado sentido narrativo.
Además, hay escenas incoherentes y poco lógicas: Una persecución en la que los secuestradores están intentando asesinar al padre de Cassandra, en la cual llegan a estar cara a cara con él y, sin embargo, le disparan a las luces y a la chapa de su camioneta; dos oficiales de la policía, que saben que están comunicados con los raptores por webcam y aun así tienen conversaciones personales delante de la cámara, permitiéndoles a estos escuchar todo; una cena en la que una desconocida con peluca pone frente a 300 personas una pastilla en una copa y nadie se da cuenta; y tantas otras escenas sin sentido que por sí solas podrían formar parte de secuencias oníricas de películas de David Lynch o de David Cronenberg.
Sin embargo, en cada escena, las actuaciones resultan formidables. Muy creíble Mireille Enos, la madre de Cassandra, y muy intenso Ryan Reynolds como el padre. Estos actores, desarrollados sobre un trasfondo musical eficiente —el diálogo entre el sonido ambiental y la música creada por Michael Dana, ganador de un Oscar por La vida de Pi, es un leit motiv que se mantendrá a lo largo del filme— salvan, en conjunto, a este thriller psicológico.
Cautiva termina siendo, más que nada, una película que, como suele hacer Egoyan, aporta estructuras no directas, y logra con ellas que el público se inmiscuya y cuestione una vez más —porque sigue siendo necesario— la ductilidad de la naturaleza humana. Aunque solo sea para poder predecir nuestro futuro.
a ss
17/11/14 20:56
No necesariamente, ss
Ss
15/11/14 0:59
Si hay sindrome de estocolmo es que hubo violación, o no necesariamente? es uan pregunta para un experto, o se puede deducir de lo que puso j. sarria?
J. Sarría
12/11/14 11:33
El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro, violación o retenida contra su voluntad, desarrolla una relación de complicidad y de un fuerte vínculo afectivo, con quien la ha secuestrado. Principalmente se debe a que malinterpretan la ausencia de violencia contra su persona como un acto de humanidad por parte del secuestrador. Según datos de la Federal Bureau of Investigation (FBI), alrededor del 27 % de las víctimas de 4 700 secuestros y asedios recogidos en su base de datos experimentan esta reacción.
Las víctimas que experimentan el síndrome, típicamente muestran dos tipos de reacción ante la situación. Por una parte, tienen sentimientos positivos hacia sus secuestradores, mientras que por otra parte, muestran miedo e ira contra las autoridades (policiales). A la vez, los propios secuestradores muestran sentimientos positivos hacia los rehenes.1
sarita
11/11/14 21:22
Ya vi esta pelicula. muy interesante la explicacion que aporta esta critica, porque es una pelicula antes y una despues de leer esta critica
ber para ver
11/11/14 21:18
Muy interesante. Muchas gracias por este articulo
Rolando
11/11/14 21:17
alguien me puede explicar que cosa es el sindrome de estocolmo?
Osmany+
11/11/14 20:58
bueno pero bueno que cosa es el sindrome de estocolmo, no entiendo nada
g rebelde
11/11/14 20:55
Qué horror pensar en lo que no se muestra en la pelicula y si se deja entrever, esto de los encuentros carnales con una niña, que horror, dios mio
el Dani
11/11/14 20:52
Desgraciadamente estas cosas pasan. Por suerte en cuba los indices son bajisimos o inexistentes.
Mari
11/11/14 20:50
habria que hacer una segunda pelicula en la que se plantee por que el pasado nos afecta tanto a los seres humanos
Raulito
11/11/14 20:49
Lo que cuentan aqui de la pelicula lo que se parece a el rapto de las sabinas.
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